14/9/08

EXPOSICIÓN: SIGNOS DE LA CIUDAD

SIGNOS DE LA CIUDAD

La ciudad nueva postmoderna está paulatina pero inexorablemente sustituyendo a la ciudad industrial desarrollada en el ochocientos, que ha llegadocon diversas mutaciones hasta nuestros días. La ciudad de la ligereza y la ilusiónestá substituyendo a la Coketown dura e instrumental. El placer parececonvertirse cada día en más importante que el funcionarGiandomenico Amendola, La ciudad postmoderna.La ciudad es el lugar en el cual se entrecruzan la historia, la vida y la cultura de hombres, mujeres y grupos sociales, de ahí que a través del tiempo se haya constituido como legítima hibridación de lo heterogéneo. En ella conviven las más disímiles expresiones de vida y cultura, desde el glamour de lo llamado culto hasta lo vernáculo, muchas veces confundido con lo “popular”. A lo largo de la historia la urbe ha sido escenario de todos los acontecimientos importantes, faustos e infaustos, pero también – y quizá más en nuestros días- en una cierta imagen de lo impersonal en donde se alojan todos los vicios. En el Antiguo Testamento los grandes pecados –y por lo tanto los grandes castigos- siempre ocurren en la ciudad. El cambio del Medioevo a la Modernidad se dio fundamentalmente en este espacio, inequívoco lugar de los cambios y sus habitantes, los burgueses, los protagonistas. Mientras que la nobleza se esconde en sus posesiones rurales, el pueblo, el colectivo, lucha en la ciudad.Hay en la urbe actual múltiples espacios habitados y habitables. Unas zonas urbanas que a menudo configuran la forma de ser de los habitantes de una determinada manera, en la misma medida que los habitantes definen el espacio, tanto el doméstico como el colectivo. Dentro de cada lugar se desarrollan prácticas que determinan en buena medida el ser individual y social. Más que un espacio habitado, la ciudad es hoy símbolo, presencia viva de una estética que prefigura en la ficción, en la complejidad de la vida contemporánea. Esta complejidad es lo que, entre otras cosas, define la ciudad o la sociedad postmoderna, que para muchos se identifica con la sociedad del espectáculo, conscientes de que éste la define de la mejor manera posible. Una ciudad/sociedad del espectáculo en todos los sentidos. El capitalismo de los últimos años ha modificado el significado y puesto de la ciudad, desviando el interés de ésta desde un espacio de lo productivo –los centros industriales y financieros de antes- a un lugar donde prima el ocio y el sector terciario. Ya no es la ciudad de los ciudadanos, para disfrute de los ciudadanos, sino la de los consumidores y de los turistas. Las ciudades históricas saben mucho de esto cuando ven invadidas sus calles –y su vida- por hordas incontroladas de visitantes y sus antiguas tiendas convertidas en absurdos espacios donde se les ofrece una enorme cantidad de productos que frivolizan y vulgarizan su cultura.La urbe existe en muchas formas. En parte es una realidad material, socialmente construida, que habitamos y con la que establecemos una relación sensual y simbólica. Por otra parte, también es una representación imaginaria, una construcción simbólico discursiva, producto de nuestra imaginación, y sobre todo, del lenguaje. Habitamos la ciudad en la intersección de nuestra experiencia sensual y nuestra ubicación en un mar de "representaciones" de la urbe que circulan -y que en cierto sentido nos preceden-, las cuales conforman un "anillo" que se interpone en nuestra vivencia de la ciudad. De este modo, la experiencia cotidiana está mediada por tales narraciones, las cuales se refuerzan o alteran como resultado de la vida diaria. Para algunos pensadores “La ciudad es un marco y un agente educador que, ante la tendencia a la concentración del poder, practica la opinión pública y la libertad; ante la tendencia al gregarismo, expresa el pluralismo; ante la tendencia a distribuir desigualmente las posibilidades, defiende la ciudadanía; ante la tendencia al individualismo, se esfuerza por practicar la individualidad solidaria... permite formar personas sensibles tanto a sus deberes como a sus derechos” [1], aunque tal vez esto último aun estemos en vías de conseguirlo, no podemos olvidar que también las urbes facilitan el anonimato y el encubrimiento.Vistas estas narraciones sabemos que ya poco importa la diferencia entre una ciudad de un país desarrollado y uno no desarrollado para encontrar en ellas conflictos similares, imágenes análogas y formas de vida en las que lamentablemente impera la violencia, la falta de comunicación afectiva, la contaminación y el caos. La globalización, que no siempre resulta positiva, tiene mucho que ver en esto. Muchas veces el arte actual, sobre todo en los últimos años, ha vuelto la mirada hacia estos espacios buscando dar una lectura –y quizá otro sentido- a unas formas de vida impuestas. Buscando también dar un contenido social y de compromiso al quehacer de los artistas en el mundo actual.Se busca, tal vez, una explicación convincente a la proliferación de nuevos barrios y ciudades inventadas, urbanizaciones ficticias en las que la vida se presenta ideal y que en realidad son una especie de “macro show de Thruman”. Se les ofrece a las parejas jóvenes una vida ideal de comodidad y fantasía. Cuando les enseñan el plano del pisito les adjuntan el mapa del barrio, del lugar donde van a jugar los hijos que tardarán varios años en llegar, el colegio donde irán y la universidad en la que estudiarán. Las tiendas en las que comprarán y los cines en los que pasarán sus ratos de ocio, también dirigido y organizado para que “no les falte de nada”, no nos olvidemos de la interesantísima cuestión de la apropiación por parte de las grandes instituciones políticas y financieras del ocio, en un intento más de dirigirnos la vida, aun en el tiempo de ocio. Es una ciudad - y por tanto una vida- irreal. Son modelos de urbanización que se diseminan de manera extensiva por el territorio más allá de las periferias tradicionales de las ciudades, dando lugar a distintas formas de "ciudad suburbana" y formas de construcción del espacio geográfico, a medio camino entre lo urbano y lo rural. Junto a esto, y como oposición, nuevas generaciones están volviendo –o intentando volver- a los centros urbanos, buscando una calidad de vida ligada al ocio y abandonando los barrios de las periferias que la generación de sus padres conquistaron a precio de trabajo y esfuerzo.Objetos de esta “observación artística” son los centros urbanos, pero también la periferia. Los centros comerciales, las vías de comunicación, los trabajos de cada uno y las formas de vida que rayan en la indigencia tanto como en una opulencia casi obscena. Todos somos testigos de que las calles, plazas y parques son el hábitat de cientos de personas que sobreviven en condiciones de ficción. Estas idas y venidas a la urbe han sido abundantes, especialmente a lo largo del siglo XX, produciendo una suerte de “ciudadanos rurales” que han intentado trasplantar a la urbe de acogida modelos de vida más relajada y primaria, dándose así una especie de “ruralización” de los barrios industriales y de emigrantes, o un desplazamiento del centro a las periferias, en otros casos. Lo que se concibe como fuente de trabajo y alternativa para una vida mejor, se convierte paradójicamente en el sitio en el que se puede llegar a la miseria y a la absoluta marginalidad. Por otra parte, los avances en los medios de comunicación, más que acercarnos nos han separado de los demás. La facilidad para contactar con un amigo que vive en las antípodas por medio de una Webcam nos hace pensar que mantenemos una relación casi universal, cuando en realidad estamos más distanciados de los demás que nunca. La ciudad se ha convertido en un escenario virtual de gente cibercomunicada y las grandes autopistas de acceso a las ciudades, que lo dificultan cada vez más, son una metáfora de las autopistas de la comunicación, que nos mantienen informados e incomunicados.Todo esto tiene su refrendo en el arte actual, que reproduce situaciones y elabora narraciones, consciente de su poder sígnico/simbólico, puesto al servicio de la comunidad. El arte habla de los ciudadanos “secundarios”, de los desasistidos, de los migrados, como también lo hace de los cambios de comportamiento, de los oscuros intereses que hacen que la vida se desplace hacia los centros de ocio y consumo, sabedores de que nos han hecho identificar descanso con compras, hacia los barrios periféricos de que antes hablaba, buscando esa vida ideal, que tal vez parezca derivada del “sueño americano”, pero que es el sueño de cualquier sitio.
Muchos autores han hecho girar su atención sobre estos intereses, como es el caso del trabajo de los últimos años de Dionisio González, que establece narrativas de esa gente que vive fuera de los límites de la ciudad, de una manera a veces física y a veces psicológica. Ciudadanos que parecen estar en la capital, pero que no pertenecen a ella. Barrios que podrían identificarse con el no-lugar. Para ellos la ciudad es el no-lugar, lo inhóspito, lo agresivo, viven en un entorno casi de ficción. De esa manera vienen a negar el concepto original de ciudad. Es un trabajo sobre las favelas brasileñas, discursos de periferias. Sus series de fotomontajes sobre Sao Paulo son variaciones sobre estos lugares que se hacinan y arraciman a orillas de la ciudad. Las intervenciones y alteraciones de estas fotografías muestran paisajes extraños, casi ficticios y la superposición de elementos arquitectónicos de otros lugares hace que los autóctonos nos parezcan más irreales.Cada vez más la ciudad está siendo re-inventada. Nuevas formas de trabajo, de relación, de esparcimiento. Grandes anuncios comerciales y pantallas saturan las calles y avenidas con el único objetivo de vender, bajo una severa y seductora compulsión, todo esto produce un sistema que se sostiene del consumo indiscriminado, mientras se hegemoniza la semblanza de los contextos, cuya distinción se pone en peligro por la pérdida de sus peculiaridades identitarias. Sven Pählsson, en la trilogía Crash Course examina la cultura del automóvil y la carretera a través de la experiencia del viaje en vertiginosas y laberínticas autopistas, en Sprawlville explora el sueño americano y los espacios suburbanos, la búsqueda de la casa con jardín, piscina y garaje y en Consuming Pleasures da una visión de la sociedad contemporánea a través de sus principales obsesiones: los suburbios, las carreteras y los centros comerciales. Imágenes todas del “progreso” y del consumismo. Si antiguamente el símbolo de la ciudad eran las catedrales, como centro de la vida y de la espiritualidad, ahora el símbolo es el centro comercial y las autopistas que lo comunican con otras periferias que ahora son centros, segundos centros. En las grandes urbes de todo el mundo “civilizado” los centros comerciales son la representación más genuina de la ciudad. Son los que ofrecen una lectura mejor y más fidedigna de su gente y su brillo. Si en la ciudad antes había un centro indiscutible, hoy hay muchos. “El centro ha explotado en fragmentos hacia la periferia”. Periferias que elaboran su propio lenguaje y sus propias estrategias de atracción del público. Esta es la ciudad postmoderna, la que se reemplaza rápidamente, policroma y hedonista. Suprime los espacios centrales con la misma facilidad con que reemplaza los discursos políticos y los valores morales.Estos “desarrollos” tienen también su cara oculta. Jennifer Allora y Guillermo Calzadilla realizan en Amphibious (Login-logout) un recorrido por las zonas extremas y portuarias de la ciudad, esas zonas que quedan al margen de los centros urbanos, ordenados y saneados, y que son como la otra cara de la industria y del desarrollo peor entendido. Allí se ven más los efectos de la industrialización indiscriminada, de la contaminación y de la desigualdad. Este cáos es observado por una tortuga que sobreviven y que parecen mirar atónitas tanto desastre. Tal vez sean las únicas supervivientes del desastre, el único resto de naturaleza.Por otra parte es cierto que, además, las ciudades antiguas se están destruyendo buscando una ampliación y una comodidad impuesta que, muchas veces da al traste con formas de vida tradicionales y/o espacios y símbolos tan asumidos que identifican la vida de los ciudadanos. El Zapillo es un barrio de Almería (España) en el que el supuesto progreso destruyó símbolos de la identidad. Marisa González, en su trabajo El Zapillo muestra la voladura de las chimeneas de una fábrica y las declaraciones de los vecinos. Es la reflexión sobre la pérdida de identidad de la ciudad. Con la desaparición de estas peculiares edificaciones, cada localidad ha perdido un icono-símbolo, una seña de identidad de su historia, que la diferencia de los homogéneos y despersonalizados planes urbanísticos de hoy.Pero el hombre desea reconocer su ciudad, recorrer su hábitat por si mismo y volver a sentirlo como suyo. Así, Christoph Rütimann, en su obra Handlauf Zürich trabaja sobre la relación del hombre y la ciudad. Con la cámara en la mano realiza un seguimiento de la urbe entera. Cualquier material puede ser soporte de su obra. La cámara graba todo aquello que encuentra delante, enfrentando espacios, rodeando obstáculos. Ese reconocimiento de las calles de ciudad, ese estudio, casi a modo de apropiación, lo realiza Tomás Muñoz en su trabajo Andando por Roma, en el que un hombre va recorriendo la ciudad, las calles, los monumentos conocidos, como intentando apropiarse de su esencia, de su historia. Haciéndose uno con las aceras, con las casas, especialmente en una ciudad como Roma, la urbe universal, la de las mil caras. Algo parecido al trabajo que realiza la artista búlgara Eva Davidova, aunque en este caso se trate de una vuelta a la ciudad que la vio nacer y que ella trata de recorrer con la memoria y los sentimientos.Pero en la urbe contemporánea no todo es así. Cada vez más se convierte en un espacio multicultural, multisocial y multirracial. Está claro que hoy se entrecruzan nuevas tipologías que suplantan las funciones antes subordinadas a los espacios tradicionales de la vida pública y doméstica. Se fortalecen los nuevos signos, los nuevos íconos que soportan la autosuficiencia corporativa y legitiman la representatividad visual y funcional de los mega-mall o shopping-center, una estrategia que encuentra un precario correlato en el mercado informal y el ambulantaje característicos de nuestros países.Se abren paso los “grupos urbanos y tribus” que tantas veces son objeto del arte actual. Por ejemplo algunos trabajos de Juan Carlos Robles sobre la ciudad, elaboran un discurso particular pero fácilmente extrapolable a cualquier otra ciudad. Para él, el interés cada vez más se dirige hacia una antropología de lo cercano como método de análisis para comprender el desarrollo social de nuestras comunidades, constatando la dificultad de dicho empeño. La ciudad se levanta sobre un patrón heredado que ha ido adaptándose -en una constante confrontación de intereses- a las necesidades del cuerpo social. A modo de palimpsesto, las huellas de la actividad humana han conformado la trama de nuestras ciudades permitiéndonos hacer un estudio de la identidad de sus pueblos muy ligada al territorio. Sin embargo, el desarrollo tecnológico ha puesto en crisis el método de análisis. Un lugar podía definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, pero el concepto de lugar se ve sustituido en la práctica por otros más ligados a la tecnología.Intenta recoger en su trabajo luces y sombras que surgen del entrecruzamiento de estos dos extremos en tensión: una identidad ligada a un tiempo solar de tradiciones que nos sujetan a un territorio -que ya casi no existe-, y una nueva identidad expuesta a un mundo tecnificado con su lógica de inclusión/exclusión y la violencia que esta situación genera.El trabajo fotográfico y videográfico Videoclub, está realizado en el barrio sevillano de Las 3.000 Viviendas, compuesto por una población humilde que fue realojada hace algunas décadas en un conjunto de bloques de viviendas, lo que provocó un cierto desarraigo y una búsqueda feroz de identidad, en un tiempo, además, especialmente conflictivo. En realidad forman parte de una periferia urbana deseosa de ser integrada en el imaginario colectivo de la ciudad y superar problemáticas de marginación y violencia.Otro de los temas que simboliza a la ciudad actual, tanto para bien como para mal, es la migración, con todos los problemas que ello conlleva, tanto para los países receptores como los de origen. De este encuentro entre “unos y otros” se ha de derivar por parte de los estados un especial cuidado a los brotes de intolerancia y xenofobia, no exenta de racismo, que en algunos lugares se puede dar por las más diversas causas. Una ciudad –y por extensión un Estado- que asume esta realidad plural, debe poner las bases para una existencia en tolerancia entre sus ciudadanos como uno de sus más significativos valores. Es un elemento tanto individual como colectivo protector de la libertad de todos, la tolerancia reviste tal importancia que muchas veces requiere ser protegida contra los intolerantes.Este es el planteamiento del trabajo de algunos autores, preocupados por una realidad social cambiante y a la que hay que adaptarse continuamente, aceptándola como “signo de los tiempos” y como resultado, en muchos casos, de una realidad histórica.Así es el trabajo del colectivo Arte90, conscientes también de su propia realidad geográfica como habitantes de un “espacio fronterizo” como es la zona del Estrecho y como ciudadanos inmersos en una situación social de mestizaje y de cambio, una situación social de aculturaciones forzosas y de resistencia no solamente cultural. En este trabajo aparecen inmigrantes “ilegales” en un comercio ilegal. Las carátulas de los cd’s que venden tienen su propia cara. Son ellos mismos los que se venden al mejor postor que quiera “contratar” –también ilegalmente- sus servicios. Son los propios protagonistas los que, con el panorama de la ciudad de fondo, cuentan sus deseos, sus anhelos y esperanzas, en la obra El otro cultural como valor de cambio.De la misma manera incide en este tema Boomerang, de Alex Campoy, trayéndonos a la memoria las escenas tantas veces vistas de las huidas precipitadas de los “top manta”. Estos trabajos responden a dinámicas de una ciudad –una sociedad- global, multicultural y multirracial, que “necesariamente” debería derivar en una ciudad/sociedad tolerante y abierta, pero que desgraciadamente no siempre es así.Francis Naranjo aborda su encuentro personal con la ciudad desde una perspectiva diferente, muy sociológica y a la vez muy literaria. Busca las calles de la ciudad en su comparación con los ríos, como tantas veces se ha comparado la vida con esos “ríos que van a dar en la mar”. Él recurre a las enseñanzas de Heráclito y compara las calles, las ventanas, los coches... con esos ríos en cuya agua nunca te bañarás dos veces, las calles que nunca verás igual. Busca, en el fondo, encontrar algo sólido y estable a lo que aferrarse, en lo que sentirse seguro, un trozo de tierra en la que apoyarse. Como digo, es una forma sociológica de abordar el tema, una forma de estudiar a los ciudadanos, sus costumbres, sus cambios, sus humores, sus vidas. También estas comparaciones son en cierto modo literarias, tal vez por que buscan –o tratan de buscar- el lado más poético y amable de la vida en la ciudad.En otro orden de cosas Samuel Sánchez busca un encuentro con la ciudad desde si misma. Una lectura desde dentro, desde la visión de esos ciudadanos que viven encerrados en su mundo particular por deseo propio o por causas ajenas a su voluntad. Su trabajo Burn está garbado en Sevilla desde la ventana de la vivienda de unos ancianos que ven la gente pasar –la vida pasar-. Los ojos de los protagonistas ven la ciudad desde adentro. La narración termina la tarde en que se realizó la manifestación contra los atentados del 11M. Una ciudad levantada y caótica que lucha por abrirse paso en medio de la desesperación.Love is blind es el resultado de un peregrinaje de Nicolás Dumit Estévez, en el que recorre unas calles de la ciudad de Nueva York. Es un reconocimiento-apropiación de la ciudad como lugar, pero también un poner a prueba la solidaridad y la implicación de ciudadanos anónimos que se ofrecen –o no- a ayudar al viandante momentáneamente invidente. Estévez realiza este camino el 14 de febrero, día de los enamorados, desde el Museo del Barrio, hasta que la policía de la ciudad le detiene (aquí se oyen las voces de los oficiales explicando que lo detiene por razón terrorismo. Aquí tenemos, quizá de forma involuntaria, otro aspecto de la ciudad contemporánea: el miedo constante a un ataque terrorista, que ha provocado en muchas urbes una sensación permanente de miedo a ser atacados en cualquier momento.Avelino Sala aborda otro aspecto de la cultura de la ciudad contemporánea, el de la música, y más concretamente el de la música nacida en la ciudad, casi diría que nacida en las calles y para las calles de la ciudad. El hip-hop, por su forma de hacer y especialmente por las letras de sus “canciones”, donde hay un componente importante de improvisación, se podría definir sin lugar a dudas como una “música urbana”, perfectamente asociado por su narración y por su ritmo al fenómeno del graffiti.Moments considered time, de Arthur Kleinjan, es una doble proyección (video y diapositivas) con formato de instalación, donde se proyectan una serie de fotografías encontradas de parejas “haciendo la corte”, en las barandillas de los puentes de El Cairo. Kleinjan elabora un discurso con estas fotografías y realiza un video en el mismo lugar, pero donde el tráfico y el sonido de los coches se superpone a los secretos que se cuentan los amantes.Es una meditación filosófica sobre la fotografía, el noviazgo, el deseo, el espacio privado y público, la ficción y la realidad, la memoria y la historia. Esto es, una exploración de percepción visual combinada con una sensación metafísica de lugar, identidad y tiempo.Por fin, la obra O navio, del portugués Jorge Santos, plantea una visión mucho más poética de la ciudad. Una ciudad que parece moverse por las aguas, casi como si de un gran navío se tratara.[1] MOLAS BATLLORI, Isidre. La ciudad y la ciudadanía democrática. Una perspectiva política. En: La Ciudad Educadora. Barcelona. 1990. P. 48.

No hay comentarios: