11/10/22

Terrenos baldíos. Comunicado urgente contra el despilfarro de Almalé y Bondía

Terrenos baldíos. Comunicado urgente contra el despilfarro de Almalé y Bondía en el IAACC Pablo Serrano, Zaragoza. Didi-Huberman en el ensayo Cuando las imágenes tocan lo real decía que el contacto entre la imagen y lo real debería ser como un incendio. Provocar en quien miraba una sensación tal que lo removiera, que lo incomodara, de alguna manera que lo obligara a actuar de una determinada forma, implicarse en eso que la imagen –la obra de arte- le estaba contando. Saber mirar una imagen, saber captar el mensaje no es posible sin conocer el lugar donde arde y ese arder, en el caso que nos ocupa y al que más adelante me referiré está en la destrucción de la naturaleza. ¿A qué tipo de conocimiento pueden dar lugar estas imágenes? Sería una pregunta que nos podríamos hacer, pero sobre todo ¿Qué estoy dispuesto/a a hacer yo sobre este problema? Hablamos de arte y naturaleza, de construcciones culturales y protección del Medio Ambiente, del arte como herramienta de acción política, del poder de las imágenes y en este campo hay bastantes artistas que han dado un paso adelante, han puesto su ingenio y su trabajo al servicio de la protección del hábitat, se han implicado personal y profesionalmente en evidenciar lo que ocurre y sus consecuencias en un futuro cercano. Es desde su trabajo que nos interpelan, nos preguntan, nos incomodan ¿y tú qué estás dispuesto/a a hacer? Porque una imagen bien construida y bien mirada es aquella que sabe desconcertar, renovar nuestro pensamiento. Para analizar estas obras podemos recordar esa idea de Benjamin cuando decía que hay que peinar la realidad a contrapelo, es necesario pasar el cepillo de la historia a contrapelo para que se vea lo que hay debajo, para sacar a la luz todo lo que ocultada. Esta idea nos sirve también para acercarnos a estas obras porque ponen el dedo en la llaga de lo que está ocurriendo en tantos sitios con la especulación urbanística. Levantar el suelo para que quede al aire lo que pretende esconderse. Ponernos frente a frente con el despilfarro, con la destrucción del paisaje, y tenemos que están atentos y atentas a lo que se nos cuenta y a las actuaciones que se nos piden. No vale, llegado el momento en el que estamos, decir que no lo sabíamos, que no nos habíamos enterado. Bourriaud dice que si viendo una obra no vemos nada es que no hemos sabido mirar bien. Obras como estas a las que me voy a referir representan el horror que está ocurriendo, pero también lo presentan a los ojos de la historia, dejan el testimonio de lo acontecido para que no se olvide y lo conozcan las generaciones futuras. Tanto artistas como teóricos/as y gestores/as tenemos una responsabilidad social/política, hacer visible la tragedia a través de la cultura. Es decir poner nuestro trabajo al servicio de la comunidad. Recordando de nuevo a Bourriaud la práctica artística es en la invención de relaciones entre sujetos. ¿A qué nos lleva entonces esta responsabilidad de la cultura? A comprometernos, a que si podemos hacer algo no podemos dejar de hacerlo, por eso estos trabajos están más allá de ser una imagen estética, hermosa, visualmente atrayente. Son un constructo social/político y al público les toca interpretar ese mensaje. En este caso de la exposición del dúo Almalé y Bondía en el IAACC Pablo Serrano tenemos pocas posibilidades de errar en su interpretación: urgente y despilfarro, “Comunicado urgente contra el despilfarro”, imágenes que nos cuentan lo que fue, en lo que lo estamos convirtiendo y qué consecuencias tendrá en el futuro. Una enseñanza muy clara, no podemos olvidar que toda obra de arte a lo largo de la historia tiene un enorme poder comunicativo y en la actualidad también. Su obra enfatiza y nos enseña que no está hecho el arte para ser adorno de paredes o mesas, está para provocar reflexiones, está para enseñar, está para denunciar.
Como decía afortunadamente hay bastantes ejemplos de artistas que trabajan con esta idea, como Olafur Eliasson cuando construyó The Weather Project (2013) para la Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres. Un inmenso atardecer, una fina niebla creada mediante la mezcla de agua y azúcar que envolvía a los más de dos millones de visitantes que experimentaron algo parecido a lo que podrían sentir los habitantes del futuro próximo si no paramos el calentamiento global.
Igualmente de Eliasson fue Brújula de Hielo (París, 2015), donde doce bloques de hielo formaron un círculo de 20 metros, como icebergs flotantes en Groenlandia que fueron derritiéndose poco a poco ante la mirada del público a lo largo de diez días. Como nos dicen “la lucha contra el cambio climático no es un desafío científico, sino social. El sector cultural puede cambiar la mentalidad de las personas”. Ahí está ese ¿tú qué estás dispuesto/a a hacer?. Lars Jan creó en 2017 para Art Basel Miami Beach Slow-Moving Luminaries, una instalación sobrecogedora que recreaba un escenario postapocalíptico, pero basado en datos muy reales. Eran maquetas del skyline de Miami metidas en un invernadero sometido a las catástrofes naturales que previsiblemente se darán como consecuencia del cambio climático. Como si se tratara de un acelerador de partículas que nos permite ver el futuro.
Otra de sus espectaculares obras fueron unos gigantescos acuarios dentro de los que se movían performers. Desde 2014 ha viajado por Estados Unidos y varios países de Europa con estas instalaciones en las que vemos a ciudadanos realizando tareas cotidianas pero sumergidos en tanques de agua. Una crítica hacia la irresponsabilidad de los/as ciudadanos/as y gobernantes que no se empeñan en parar un problema de magnitud global como es el cambio climático. Uno de los lugares donde instaló la obra fue en Times Square justo un día después de que Trump anunció su intención de retirar a su país del Acuerdo por el Clima de París.
Usando el lenguaje del grafiti Christian Rebecchi y Pablo Togni realizan enormes murales bajo el título de Nevercrew con la intención de remover las conciencias y defender del medioambiente. La sobreexplotación de los recursos naturales, el abuso del plástico y el deshielo del Ártico debido al calentamiento global son los protagonistas de sus obras.
Pejac es un artista y activista especializado en los juegos ópticos que ha realizado murales en Moscú, París, Londres o Milán. Estamos tirando el mundo por el desagüe es un título bien significativo de una de sus obras. Todos sus trabajos son alegorías sobre el futuro del planeta, con impactantes composiciones fotográficas de paisajes infinitos de neumáticos, que sirven para llamar la atención sobre la asfixia a la que estamos sometiendo a los océanos.
Lucía Loren trabaja realizando grandes intervenciones en la misma naturaleza bajo el título general de Coser el paisaje. Ha construido sus obras en lugares tan dispares como la Reserva Biológica Horcomolle en Tucumán (Argentina), el Parque de Esculturas Lomos de Oro Villoslada de Cameros (La Rioja) o El Bosque Hueco Puebla de La Sierra (Madrid). En Al hilo del paisaje (Jaén) Loren denuncia la destrucción de la vegetación y la erosión que están llevando a una progresiva desertización de los suelos en las zonas rurales. Construir un espacio con ramas de árboles derribados por un temporal reivindica la transformación de esta piel erosionada a través de la regeneración de su cubierta vegetal.
El videoartista francés Robert Cahen desarrolla su trabajo principalmente en torno a la experimentación y el uso de instrumentos electrónicos en el arte. Lo que le interesa es contar historias de manera diferente y sobre todo muy poética y la re-presentación de la Naturaleza con una enorme belleza para aprovechar y alertarnos de su enorme fragilidad.
Cahen retoma la forma de tratar la Naturaleza de los románticos. Se asoma a un paisaje maravilloso e imponente con el asombro de los poetas y los pintores románticos y, de alguna manera, nos habla de la relación del hombre con la Naturaleza, una relación asombrosa.
Y en este contexto nos acercamos a la obra de Almalé y Bondía y su exposición Terrenos baldíos. Comunicado urgente contra el despilfarro. Es un trabajo artístico con una elaborada y cuidada estética, pero más allá de esto (o aprovechando precisamente esto, la belleza) es un trabajo de denuncia y reivindicación, una obra social/política que pone el dedo en la llaga de una mala praxis, de la especulación y del despilfarro y a quienes vemos su obra nos pregunta si fuimos parte de esto y qué estamos dispuestos/as a hacer para remediarlo y que no vuelva a ocurrir. Una exposición por cierto extraordinariamente bien montada.
Aún así hay dos cosas que me han llamado mucho la atención de este trabajo, digamos más en lo formal que en lo conceptual pero que sin duda lo primero ayuda a entender mejor lo segundo, lo aclara podríamos decir. Por una parte están las fotos, producidas de manera impecable en acetato siliconado. Es importante porque representan paisajes y este material es idóneo porque le aporta a la obra luminosidad y transparencia. Digamos que continente y contenido dialogan al mismo nivel y eso facilita la comprensión del mensaje.
La otra cuestión es las composiciones que hicieron en la serie Residuos (2017-2018) con material de derribo o deshecho para componer muchas de las fotografías. El montón de escombros forma una pirámide, la figura geométrica más estable. Es decir que ese material contaminante está ahí de esa forma: estable y se va a quedar ahí, su poder de contaminación va a ser duradero. Esto es lo que nos cuenta formalmente la composición.
Historias de un lugar es la manifestación de lo que pudo haber sido y no fue. Que pudo haber sido algo malo y se quedó en algo peor. La historia de una catástrofe que devino en fracaso, o de un fracaso catastrófico. ¿Entonces qué nos queda?
“La verdadera última realidad es la Basura: tirar a la basura todo, lo más rápido posible, es la orden imperiosa que actualmente recibimos, y contribuir al montón de inmundicias es la contribución esencial de los súbditos del Mundo”.