26/1/20
Estudio desde la perspectiva LGBTIQ a la colección de Es Baluard
Juan-Ramón Barbancho: estudio desde la perspectiva LGBTIQ a la colección de Es Baluard.
Ejes. Mujer: sufriente del machismo/empoderada.
Colectivo LGBTIQ: diferencia sexo-afectiva, VIH/SIDA, imaginario lesbiano.
Sobre la construcción del género y el imaginario que se deriva de esto en las artes visuales contemporáneas creo que hay dos formas de abordarlo. Si bien parten de postulados con muchos puntos comunes (el feminismo y los/as homosexuales ), la construcción de la imagen y sus narrativas son bien diferentes y en cierto modo contrapuestas. Esas dos formas parten de estos dos grupos de personas y de alguna manera son cuestionadas o puestas en análisis por la teoría Queer desde el punto de vista de la construcción del género o más bien la deconstrucción binaria de este.
Mientras que el feminismo busca crear y difundir la imagen de la mujer en dos campos: el empoderamiento y la lucha por conseguirlo y la visibilidad-denuncia de la violencia machista, en los imaginarios LGBTIQ, especialmente los gays, se busca más bien la visibilidad de la sexualidad o más concretamente de esa diferencia que marca la opción sexual (por más que los hombres también seamos género). En realidad parece que en este último caso que no hay construcción de género sino de sexualidad, cuando en realidad lo que marca la diferencia no es ésta sino la afectividad, el amor. Deberíamos enfatizar, los homosexuales, que no nos identifica nuestra opción sexual –con quién y cómo nos acostamos, cómo es nuestro sexo- sino a quién amamos, porque lo que en definitiva y en el fondo escandaliza a los “bienpensantes” no es si nos acostamos con otros hombres u otras mujeres sino que nos amemos, que formemos una familia, que tengamos una relación “como la de ellos/as”.
Pero desde la mirada homosexual hay otro asunto que nos ha sido necesario visibilizar y que nos afecta muy directamente, como es la pandemia VIH/SIDA y sus diferentes formas de discriminación: social, legal y médico-psicológica .
Por tanto, esa construcción del género tiene particularidades diferentes desde un punto de vista y otro, si bien, como digo, la raíz es compartida: la lucha contra el machismo y el patriarcado, contra la hegemonía del varón heterosexual y por extensión su forma de familia como modelo indiscutible.
En el caso de las personas trans, especialmente las mujeres, sí que hay más claramente una construcción de género, de género femenino que parte de la construcción de la persona, o más bien la formación de ésta desde la re-construcción de un cuerpo sexuado con el que han nacido pero con el que no se identifican. En este caso es mucho más claro que con el sexo se nace pero el género es una cuestión social y en el caso de las personas trans desde ellas mismas. A esto habría que añadir algunos postulados de la teoría Queer y su apuesta por la ruptura del binarismo, como he apuntado. Rompimiento de esa necesidad de ser hombre o mujer de una manera definida y estable, inamovible.
En esa lucha compartida entre las mujeres y las personas del colectivo LGBTIQ hay también una diferencia importante: las mujeres luchan por su libertad, su independencia, por esa “habitación propia” y contra la violencia que ejerce contra ellas el machismo. En el caso de los segundos hay más frentes de lucha. A las personas homosexuales se las ha discriminado por ser sí mismos/as, se les han aplicado leyes infamantes que han buscado su destrucción (por ejemplo las leyes del Franquismo en España), se las ha llevado a campos de concentración para su exterminio (Inquisición, Nazis y Chechenia), a las mujeres, sólo por ser mujeres, no les ha ocurrido esto, me refiero a las leyes y a cierta Psicología que nos “patologiza”.
Dentro de este colectivo, y también desde el punto de vista de las artes visuales contemporáneas, tal vez haya una particularidad que es el caso de las lesbianas, que sí buscan esa construcción del género más parecido al del feminismo, también porque ellas, muchas veces, soportan una doble discriminación: la de ser mujeres en una sociedad machista y ser lesbianas en una sociedad heterocentrista.
Entonces, esa construcción visual tiene múltiples puntos de vista e intereses. Tal vez el asunto que más comparten, sin duda, sea su interés por visibilizar la diversidad y denunciar no sólo las agresiones sino a una sociedad, una forma de sociedad, que condena y estigmatiza lo diferente, lo que se sale de la norma, lo que pone en cuestión el modelo único patriarcal y heterocentrista, lo que desestabiliza al hombre (heterosexual y blanco) como jefe-dueño de la manada y lo que se sale de la norma no sólo es la homosexualidad sino también la mujer empoderada e independiente.
Como decía, la construcción del ideario feminista desde el arte actual tiene dos líneas claramente definidas: por un lado visibilizar y denunciar la violencia, con obras a veces muy duras, como las performances de Regina José Galindo , y otras tremendamente poéticas como las de Beth Moyses , y por otra mostrar a una mujer libre e independiente, empoderada, que lucha por sus derechos, como algunos vídeos de Teresa Serrano o que busca su relación con la naturaleza como espacio de reconocimiento y respeto, como las acciones de Ana Mendieta. También en este sentido, de poner de manifiesto esta autonomía, trabaja desde múltiples puntos de vista Pilar Albarracín analizando roles.
De ambas existen obras en la colección de Es Baluard, Mentira Nº3
de la serie 300 Mentiras (2009) de Albarracín y Mirage (1974) de Mendieta. En el vídeo, ésta última, se aprieta el vientre con las manos, como si estuviera embarazada y con un cuchillo simula abrirse para dejar salir plumas. Siempre en su trabajo hay un deseo de evidenciar los males de una educación que prepara a la mujer para someterse al hombre, que la usa para su sola satisfacción sexual o su servicio, como un objeto, de lo que es también culpable ese “amor romántico” tan dañino. Es, por tanto, una denuncia. Las de Albarracín no abundan en esto, pero sí en la construcción del rol de mujer sometida, por el hombre o por los múltiples clichés de la sociedad (en su caso muchas veces folklórico-andaluza). En la obra de la colección aparecen tres de ellas marcadas con una X, mujeres marcadas.
Diferencia sexo-afectiva, imaginario lesbiano.
Decía antes que desde el colectivo homosexual, espacialmente los gays, se suele enfatizar la sexualidad, como una diferencia entre la hetero y la homosexual, pero que realmente entiendo que no es así, que la diferencia es afectiva, por cómo amamos y, sobre todo, a quién amamos. Esto implica un asunto que me parece de vital importancia que es la construcción homosexual, y ésta como un constructo político , lo que Michel Foucault definía como “devenir homosexuales”. Pienso que este es un paso importante que nos falta, sobre todo pensando en el caso del Estado Español. Nos hemos reconocido, nos hemos visibilizado, nos hemos aceptado, hemos celebrado la promulgación de leyes tan importantes como la de Matrimonio Igualitario y la de Identidad de Género y diferentes legislaciones sobre la transexualidad, pero no nos hemos construido, no hemos reflexionado sobre lo que realmente ha ocurrido en las últimas décadas .
Desde el arte actual, como ocurría en el caso del feminismo antes comentado, también hay diferentes maneras de poner imágenes a esto, pero también es cierto que se ha hecho mucho hincapié en manifestar la sexualidad, como imágenes sugerentes y otras claramente explícitas. Esto podría considerarse como una particularidad. Pero también hay otros creadores que han abundado en otra serie de imaginarios sobre asuntos tan importantes que nos afectan como la aparición de la pandemia del VIH/SIDA, quizá el referente más palpable sea Félix González-Torres o Richard Sawdon, pero hay otros más cercanos como Pepe Espaliú, Alex Francés o Pepe Miralles .
En el primer caso, pero también con implicaciones en el segundo, sin duda está Robert Mapplethorpe, de quien hay una obra muy significativa en la colección de Es Baluard, Jack Walls (1982), un retrato de quien fue su novio durante años y que murió de SIDA. Como en todas sus obras, ésta pone de manifiesto el esplendor del cuerpo, la naturaleza generosa, y relaciona visualmente la fortaleza del pene con la de la pistola, una revólver que dispara en lo que puede haber varias lecturas, de placer o de peligro, aunque sin duda lo que más destaca es el cuerpo como objeto sexual. Desde luego no es el único retrato que le hizo y donde esto se pone de manifiesto.
En el segundo caso hay muchos que han trabajado sobre los efectos y la visibilidad de la pandemia, desde una mirada comprometida, como Francés o Miralles, o desde la experiencia personal (indudablemente también comprometida), como González-Torres, Sawdon o Espaliú . Este último comentaba en una entrevista que
Con respecto al mundo de la creación quizás la cobardía sea aun mayor, porque, dado que es un colectivo que está tan enormemente afectado, cabría esperar más respuestas. Si realmente el arte puede ejercer una función, es precisamente ésa, evidenciar una serie de problemas que quizás por otras vías es más difícil abordar. Para mí es una exigencia hoy. Dado que se nos ha ofrecido un arma y esa arma es el arte, el no utilizarla en este caso en función de la urgencia que el sida significa sería imperdonable .
También hay creadores que trabajan desde un análisis sociológico investigando sobre lugares y formas de relación, como puede ser Slava Mogutin o como el proyecto Geografías del morbo de Pepe Miralles, en el trabajo de Juan Carlos Martínez o de Luis Jaume.
En el caso de las mujeres hay, en su mayoría, diferencias con el trabajo de sus compañeros artistas homosexuales, como muy bien podemos ver en el trabajo de Risk Hazekamp o Cabello y Carceller. Tienen quizá mucha más relación con el arte feminista en el sentido de manifestar una imagen de empoderamiento, por ser mujeres y ser lesbianas.
Hay en la obra de estas últimas una interesante obra en vídeo que bien podemos poner en relación con Untitled (4 Abramovic, love Cocteau), (2000) de Patty Chang que está en la colección de Es Baluard. Las tres representan un beso entre dos personas del mismo sexo, si bien hay diferencias importantes, una por lo que oculta y otra por lo que evidencia y que en realidad no es. En Gay King (2005) de Hazekamp aparecen dos chicos que se miran, sonríen, se están insinuando, seduciendo, hasta que se funden en un apasionado beso en la boca. Lo que oculta es que realmente no son dos hombres, sido dos mujeres travestidas (la artista y su novia). En la de Chang es que parece eso, un beso, pero no lo es, simplemente se están pasando un trozo de manzana.
En el tercer caso, Un beso (1996) de Cabello y Carceller es lo que parece, un beso entre dos mujeres. En su momento fue “escandalizante”, dos mujeres que se besan en público y lo manifiestan en una muestra y que además sean las dos artistas, lo que lo hace así como una sobre exposición de la intimidad. También por lo que muestra toda la obra, una discusión de pareja, como cualquier otra, que termina con una reconciliación, como cualquier otra.
Estas tres obras podrían ponerse también en relación con la obra de Elena García-Oliveros, que trabaja bajo el seudónimo de Toxic Lesbian. Son obras en las que construye el imaginario de la mujer que investiga en su identidad de género pero desde una masculinidad femenina como algo vetado para ellas. Habla de tomboys, marimachas, camioneras, bedesemeras…
Estos trabajos aquí comentados, y otros muchos, donde se utiliza el poder de las imágenes en la construcción del género, de los géneros diversos, también sería interesante analizarlos a la vista de la masculinidad, de la masculinidad hegemónica y su deconstrucción a lo largo de las últimas décadas del siglo XX y en lo que llevamos del XXI, especialmente desde finales de los sesenta, al calor del 68, el nuevo feminismo y la aparición de la lucha contra la homofobia desde el 68 y Stonewall.
En definitiva, y esto creo que puede ser lo más interesante, es que, por una parte, podemos utilizar el arte para construir imágenes desde la diversidad y sentirnos reconocidos todos y todas, con nuestras afinidades y nuestras particularidades. Por otra que el arte es, definitivamente, una herramienta de lucha social/política, una re-presentación de la sociedad y así deberíamos entenderlo y utilizarlo, los y las que estamos en el campo de la teoría, los y las artistas y desde la gestión cultural. “El mundo de la expresión artística es el mundo de la belleza, pero también el mundo de la reflexión, la experimentación, la denuncia, la provocación, la innovación” . Así lo entiendo: reflexión sobre nosotros y nuestro papel en el mundo que vivimos, denuncia de todo aquello que incomoda y aqueja a la sociedad y provocación porque muchas veces no es efectivo un discurso poético y bello, la acción sin lucha no es efectiva.
Bibliografía
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