17/2/19

La obra de arte como intersticio social

“La esencia de la práctica artística residirá así en la invención de las relaciones entre sujetos; cada obra de arte en particular sería la propuesta para habitar un mundo en común y el trabajo de cada artista, un haz de relaciones con el mundo que generaría a su vez otras relaciones, y así sucesivamente hasta el infinito”. Nicolas Bourriaud Estética relacional
. Juan-Ramón Barbancho La práctica artística en un contexto histórico específico demanda, tanto de los/as artistas como de los/as gestores/as encargados de su exhibición y difusión, una atenta mirada al mundo en que vivimos. Demanda una atenta mirada a ese contexto pero no sólo como propuesta a investigar, sino como algo que nos concierne a todos/as porque todos/as estamos implicados/as en ello. Si a esto le añadimos que la historia no ha sido nunca tan diversa y compleja como ahora y que la escena mundial se ha configurado en las últimas décadas como un espacio múltiple y abierto, un mundo multipolar, deduciremos que el arte actual tiene abiertos más frentes de actuación que nunca y que la realidad en la que vivimos nos está demandando, a las gentes de la cultura, una respuesta pronta y eficaz. Muchos colectivos sociales demandan nuestra posibilidad de ser altavoces. Nos piden que los miremos, pero también que nos miremos en ellos. Frentes de actuación múltiples a los que es necesario volver nuestra mirada, para hacer que el arte -nuestro trabajo- sea, como dice Bourriaud, una invención de relaciones entre sujetos, y si no una invención, sí al menos que pueda establecer ese cruce de miradas en donde nos podamos reconocer todos y todas como iguales intentando habitar un mundo común. Además, las nuevas tecnologías de la comunicación y la información han abierto un espacio transnacional sin fronteras y ese espacio múltiple es ya casi infinito. Por eso creo que es necesario, hoy más que nunca, elaborar un discurso contextualizado, plural y transformador, un discurso insumiso en cuanto a las fronteras y los contenidos representacionales, dejando de lado las prácticas artísticas que no tienen relación alguna con la vida social y cotidiana , para ayudar a construir discursos e imágenes que señalen fracturas en los códigos de representación normalizadores. Es decir, hacer del arte una propuesta social/política. El compromiso que se nos está demandando conduce a una visión de la cultura que no puede sentirse alejada de lo social/político ni, tampoco, como una parte de una visión de la sociedad orgánica y funcionalista, sino como un lugar de conflicto, resistencia y lucha para posibilitar vías de discusión transversales, abiertas y porosas en una sociedad que, además, experimenta constantemente conflictos políticos, secuestros de libertades y divisiones/agresiones de género, clase y raza. El/la artista, como cualquier otro/a ciudadano/a, es un ser social/político y, por tanto, su vida y su obra no se pueden desarrollar en compartimentos estancos. Creo que no podemos pensar una cosa y crear sobre los postulados de otra. Por eso el arte actual continúa proponiendo modelos perceptivos, experimentales, críticos, participativos; es decir, sociales/políticos, relacionales y contextuales. Las obras de arte ya no tienen como meta trabajar sobre contextos ficticios o utópicos, sino construir modos de existencia o modelos de acción dentro de lo real ya existente. “Nada más absurdo que afirmar que el arte contemporáneo no desarrolla proyecto cultural o político alguno y que sus aspectos no tienen base teórica: su proyecto, que concierne tanto a las condiciones de trabajo y de producción de objetos culturales como a las formas cambiantes de la vida en la sociedad” , es un proyecto social y por tanto político. En este sentido, si decimos que al ponernos delante de una obra de arte lo más importante no es mirarla –observarla- sino sentirnos mirados –observados- por ella, al acercarnos a obras que trabajan sobre un contexto social/político no es que nos sintamos mirados sino que, más allá, a través de ellas, nos sintamos mirados por los personajes o las narraciones construidas, porque una obra de arte nunca puede ser un espejo que refleje, ha de ser puerta o ventana que nos permita mirar más allá, entrar dentro de lo que se nos está proponiendo. Nos sentiremos preguntados e interpelados: esto hemos conseguido con “sangre, sudor y lágrimas” y tú qué, qué estás dispuesto a hacer. Por eso, pienso que estas obras, más allá de una propuesta estética –que lo son-, son un constructo social, la mirada del otro y nosotros también somos otro. Si Duchamp decía que las miradas son las que posibilitan los cuadros, nuestras miradas posibilitan no ya los cuadros o fotografías, sino las acciones en ellas propuestas, porque una obra realizada en un contexto social/político se presenta como una duración por experimentar, como una apertura hacia un intercambio ilimitado. Y este intercambio de ideas y acciones es precisamente lo importante para hacer un trabajo contextual. Las obras que forman parte de esta exposición no son espejos que reflejan una situación dada, la de la primavera árabe, no son frames, no son algo que vemos en la pantalla de nuestro televisor o en las páginas de la prensa, son ventanas a un mundo cercano, a vidas de hombres y mujeres como nosotros que en un momento determinado y decisivo de sus vidas dijeron “basta ya!!” y su grito corrió como un reguero de pólvora por el mundo. Pero no un grito desgarrador, sino de esperanza, la que vemos en la alegría de sus rostros. Es una forma de arte que parte de la intersubjetividad, y tiene por tema central un “estar-juntos”, el encuentro entre observador y obra, la elaboración colectiva de sentido. Ese “estar-juntos” significa e implica comunicación e intercambio, y no puede haber esto si el arte no habla de asuntos que a todos y todas conciernen e interesan, porque la esencia de lo social necesita del re-conocimiento. En una exposición como esta, la posibilidad de una discusión inmediata surge rápidamente, porque el arte –la creación cultural- es el lugar de producción de una sociabilidad específica, un espacio para las relaciones humanas que sugiere posibilidades de intercambio; es decir, un intersticio y en esto consiste –o debería consistir- nuestro trabajo: un intersticio de intercambio y comunicación. Una exposición es un lugar privilegiado donde se instalan colectividades instantáneas, un laboratorio de ideas propuestas y compartidas. Un espacio político de sociabilidades donde se nos acerca a una situación real, la primavera árabe, pero no proponiéndola sólo como un referente para la observación, no ese espejo del que hablaba antes, no como una pecera tras cuyo cristal observamos el comportamiento de unos grupos sociales totalmente ajenos a nosotros. Más bien nos propone un modelo de comportamiento ciudadano, es decir, social/político, como un ejemplo real de formas de implicación, de comportamiento y lucha. De compromiso y de acción colectiva, en algunos casos, incluso como un modelo a seguir, como una posibilidad de futuro, como un decir “el mundo es nuestro y podemos cambiarlo: hagámoslo”. Por tanto creo que el arte, este arte, es un estado de encuentro, un intersticio social donde nos es dado compartirnos. Y esto creo que se ve muy bien en las obras seleccionadas para la muestra, en los cuadros de Simeón Saiz Ruiz, desde donde nos miran con sus sonrisas de esperanza; en los diferentes grupos que aparecen en los dibujos de Harry Brusche; en los retratos de Wojciech Cieśnieski, que parece querer congelar una imagen, perpetuar sus miradas, como parece querer congelar el tiempo, las voces, los eslóganes y los símbolos la obra de Wolfgang Wirth, especialmente esas good news . Recuerdos de lucha y victoria seleccionados por Monika Anselment como si se tratara de suvenires de turistas, recuerdos que también aparecen en sus fotografías, donde sólo podemos ver las caras de la alegría por lo conseguido. Una esperanza que se abre al horizonte, al futuro abierto y claro que nos propone Brise la mer! De Claire Angelini. Las dos obras enfrentadas de Angelini, ésta citada y Jeune, révolution!, nos hablan de dos realidades cercanas: las de Argelia y Túnez, de la guerra con Francia primero y de cómo los jóvenes ha sabido hacer la revolución en el segundo caso. Efectivamente no ha sido fácil conseguirlo, como parece querer decirnos Carlos Correia en esa gran panoplia que efectivamente nos recuerda a la serie goyesca sobre los desastres de la guerra, en todas las guerras hay desastres y las imágenes de la represión son muy parecidas unas a otras. Antes hacía referencia al papel que juegan en la actualidad las nuevas formas de comunicación, como difusoras de la información, que han acabado por romper las fronteras y sabemos que en el caso del que hablamos fueron importantes como elemento de cohesión de los/as ciudadanos/as. También esto queda recogido en trabajos como el de Marek Szymanski, donde llama nuestra atención sobre una de estas formas: el Facebook, gracias al que podemos seguir en directo muchos acontecimientos, como fue este caso. Estas obras, como el “proceso emocional de una revolución” de Sofia Jack (emociones positivas) o Square de Peter Hauenschild, cuyos dibujos pixelados hacen que las identidades individuales desaparezcan, abren esa puerta a la ilusión y crean, como las otras, un trabajo cultural donde nos es permitido aprehender las transformaciones que se dan hoy en el campo de lo social/político, darnos cuenta de lo que ya ha cambiado y lo que continúa transformándose, donde todos/as tendremos un papel que jugar. Creo que estás obras no tratan tanto de la reinvención de las experiencias, como opinan algunos, sino de asumir éstas como algo propio y compartido. Bibliografía Ardenne, Paul. Un arte contextual. Creación artística en medio urbano, en situación, de intervención, de participación. CENDEAC, MURCIA, 2006. Barbancho, Juan-Ramón. El elogio de la locura. Cuando los compromisos devienen en imágenes. Fundación Chirivella Soriano. Valencia. 2012. Bourriaud, Nicolas. Estética relacional. Los sentidos/artes visuales. Adriana Hidalgo Editora. Buenos Aires, Argentina. 2ª edición. 2008. Brea, José Luis. La era postmedia. Acción comunicativa, prácticas (post)artísticas y dispositivos neomediales. Argumentos, Centro de Arte de Salamanca. Salamanca, 2002. Fischer, Ernst. La necesidad del Arte. Nexos. Madrid. 1993.

9/2/19

Trabajando por las mujeres desde la práctica artística

Trabajando por las mujeres desde la práctica artística. Como hemos visto, el trabajo de muchos/as artistas y colectivos es claramente social/político, hacen de su trabajo una manifestación plástica y evidente de su compromiso y de la necesidad que tienen, no ya como creadores y creadoras sino como personas, de implicarse de una manera activa con/en la vida de los/as demás. También es compromiso el trabajo de muchas artistas, mujeres todas pero también hombres, que luchan por la igualdad de derechos, cuando no de su propia vida, de las mujeres. Todas hacen un trabajo de referencia internacional sobre el maltrato hacia las mujeres, algo que, desgraciadamente, se da en todo el mundo. Es un trabajo de denuncia social, pero también es político en el sentido que demanda de los poderes públicos un cambio en la legislación y una mayor protección a las mujeres. Desde los años sesenta surgieron colectivos activistas como el Woman’s building, en Los Ángeles, en 1973, o el Feminist studio workshop, donde presentaban sus propuestas el grupo de performance The waitresses, las Sisters of survival, Mother art o el Feminist art workers. Más adelante, en los ochenta, surgen las Guerrilla girls (1985), el WAC (Women’s action coalition), en 1989, entre otros, que desarrollaron una amplia actividad en pro de la visibilidad de su género, no sólo en el mundo el arte, y por su equiparación en un mundo dominado por los hombres (blancos). Pero no sólo se trata de luchar contra el maltrato, también, como digo, se aboga por la igualdad y por la visibilidad de las mujeres, de estados de indefensión, o de situaciones en que ellas tienen que hacer el papel de madre y de padre, pero siempre vigiladas por el varón, tratadas como una eternas menores de edad, como así lo hace en muchos de sus trabajos la mexicana Elizabeth Ross. Teresa Serrano (México, 1936) realiza habitualmente un trabajo con esta implicación, denunciado la situación de opresión que viven las mujeres, especialmente en América Latina. En Glass ceiling (2’ 17’’. 2008) muestra las dificultades que tienen las mujeres para acceder a los puestos de trabajo frente a la facilidad de los hombres, incluso estando ellas mejor preparadas. En el vídeo se ve muy bien esto. Cuando la mujer va unos pasos por delante del hombre, éste lanza una cuerda de rodeo con la que le impide avanzar a ella. Para dejar más clara esta relación de desigualdad, Serrano viste a la mujer con traje de ejecutiva, mientras que el otro va vestido de vaquero/campesino. Además, Serrano cubre la cara de la mujer del vídeo con una máscara, vela su identidad, pero no por un deseo de ocultarla, sino por extrapolar su discurso desde un caso particular a uno general, de género. Igualmente en series como Mía (2012), integrada por cuatro obras, en tres de ellas habla –denuncia- el intento de seducción/posesión del hombre sobre la mujer (la cuarta presenta un caso similar de acoso, pero con un discurso homosexual). Es una situación que, lamentablemente, se repite de manera constante en el campo laboral, también en los países “avanzados”: contratos precarios, sueldos más bajos por hacer lo mismo o más, dificultades para conciliar el trabajo y la familia. Cercana al planteamiento de Serrano, Mai-Thu Perret (Ginebra, Suiza, 1976) desarrolla un work in progress titulado The Crystal Frontier (un trabajo iniciado en 1999) en donde cuenta las vivencias de un grupo de mujeres de Nuevo México que establecieron una comuna feminista para huir de aquellos lugares en los que su vida se hacía poco menos que imposible. Más centrada en el asunto de los malos tratos contra las mujeres, Beth Moysés (São Paulo, Brasil, 1960) ha trabajado muchas veces sobre la situación de éstas, el sometimiento al hombre y cómo el casamiento muchas veces hace que ella pierda totalmente su libertad. Esto lo ha hecho la artista en performances (convertidas después en vídeos), obras como Día a día (7’. 1998/1999), Elección (6’ 22’’. 2009), Memoria do afeto (4’. Brasilia y Madrid. 2002), Mosaico branco por 60 mulheres (6’. Sao Paulo. 2001) o Reconstruyendo sueños (5’. Montevideo. 2005) donde las participantes visten sus trajes de novia, queman recuerdos o entierran las flores de su ilusión. Diluídas em água (5’. 2009-10) es uno de estos trabajos donde habla de estos temas (concretamente el realizado en Salamanca en 2009) a través de los símbolos de este hecho. Símbolos que, a la vez, representan esas “virtudes” que han de acompañar a la mujer hasta el altar: la pureza, la inocencia, el estar “enteras” para ofrecerse al varón. Este trabajo, como otros muchos, es una denuncia de esa situación. A lo largo de la videoperformance se ve cómo muchas mujeres van llegando con sus trajes blancos sobre los que han escrito textos en rojo (sus vivencias) y van intentado lavarlos, queriendo borrar las huellas de su dolor, pero el traje ya no se vuelve totalmente blanco, las heridas se curan, pero las cicatrices se quedan. Es una obra en la que se mezcla la hermosura de la acción con la tragedia que cuenta. Como digo, son obras que hablan del maltrato, pero no presentándolo de una manera directa, sino de sus huellas. Recordando el comentario de Doris Salcedo, no presenta la agresión, sino su evidencia, crea imágenes que se oponen a las otras más crueles, humanizando tanto a víctimas como a espectadores/as de sus performances. En el caso de los trabajos de Moysés hay también una particularidad que los hace, si cabe, mucho más interesantes –y también más crueles, porque no decirlo-. Ella nunca trabaja con “actrices” para sus performances, sino con mujeres que han sufrido ese maltrato de una forma real, lamentablemente real, por tanto, ellas se representan a sí mismas, su propia malaventura. Todas estas obras, y muchas más, se evidencian, como decía más arriba, como un arma del colectivo en la lucha por la supervivencia: una forma de vinculación emocional, rebosante de sentido social. Mujeres a las que se les exige una “pureza” que el varón no necesita y que las somete a situaciones tan absurdas y peligrosas con la reconstrucción de su virginidad para poder casarse, como podemos ver en Himenoplastia (2004), un vídeo de Regina José Galindo, que recibió el León de Oro en la bienal de Venecia en 2005, en el que la artista es sometida a una intervención ilegal de reconstrucción de himen. Pero no sólo en este trabajo Galindo elabora una narración sobre la situación de las mujeres y en defensa de su dignidad, cuando no de su vida. En la primera de sus obras, El dolor en un pañuelo (1999) denuncia no sólo las violaciones, sino también la mirada impasible de las autoridades. Atada sobre una cama en posición vertical, sobre su cuerpo se proyectan las noticias aparecidas sobre violaciones de mujeres en Guatemala, una de ellas dice: “Treinta violaciones en sólo dos meses”. En su obra Mientras, ellos siguen libres (2006), estando embarazada de ocho meses, realiza una obra en la que hace referencia y denuncia las violaciones de mujeres embarazadas, según el testimonio de algunas de ellas, mientras que los autores siguen libres. A pesar de ser impactante, su trabajo huye de la provocación por la provocación o del espectáculo mediático vacío, sólo pretende crear, transmitir ideas, devolver los influjos que recibe de la sociedad. Y para ello recurre a su cuerpo, como mecanismos para expresarse, cuerpo aparentemente frágil, por su pequeña estatura y delgadez, que aumenta más si cabe el valor poético de sus performances. Su trabajo saca del contexto privado u oculto los males de nuestra sociedad, muchos en clave femenina, como el asesinato de mujeres, el maltrato, la violación, la doble moral, y los exhibe en el gran teatro del arte en primera persona, sin ningún tipo de grandilocuencia, y eso es lo más provocador sin duda, lo que más escuece de su obra. En las sociedades opresoras de la verdad, como la mayoría de las nuestras, el hermetismo y el oscurantismo pretende apagar las voces del infierno, cuando lo único que logran es crear un ambiente aún más irrespirable. Nuestra actitud permisiva, pasiva y egoísta protege y alimenta el mal. Y ella consciente o inconscientemente, con mayor o menor grado de voluntariedad, genera con su obra chillidos imposibles de amortiguar, dando voz a causas cruelmente silenciadas . En Perra (2005) escribe esta palabra con un cuchillo sobre su pierna derecha, como una denuncia de los abusos cometidos contra mujeres en Guatemala, donde han aparecido cuerpos torturados y con inscripciones hechas con una navaja. De la misma autora es Quién puede borrar las huellas (2003), donde realiza una impactante performance donde las huellas de sus pies manchados de sangre representan las vidas de los miles de asesinados durante la guerra civil guatemalteca. Fue el 23 de julio que Galindo recorrió el espacio entre la Corte Constitucional y el Palacio Nacional, con una palangana con sangre humana donde iba metiendo sus pies para así dejar sus huellas en el suelo. Todas sus obras, vídeos o acciones, son impactantes y explícitas para que nadie se quede fuera, que el mensaje llegue tan claro y cruel como lo que denuncia. Así es en las obras comentadas y, por ejemplo, en Golpes (2005), en la que se encierra en una habitación para golpearse tantas veces como el número de mujeres asesinadas en su país (Golpes, 2005) o se introduce dentro de una bolsa de plástico para ser depositada en el basurero municipal, No perdemos nada con nacer (2000). Lo que ella hace, como muchos/as otros/as comentados en este ensayo, es utilizar los recursos que ofrecen las artes visuales para captar al espectador/a y enfrentarlo a lo que ocurre a su alrededor. Hacerle reaccionar y participar en la acción/denuncia. En esta misma línea trabajan, desde hace años, otras artistas de México, como el colectivo Martes, desde Tijuana. Han realizado varios trabajos expositivos, donde ponen de manifiesto su rechazo a la situación en su país, a la vez que piden un cambio en la postura del gobierno. Muestras como La casa, la primera, en 1997, donde hablaban de los significados de la vida doméstica; Mujeres de la 8va, en 1998, sobre el vestido y la vestimenta, o Manualidades, en 2002. Como vemos en sus títulos, todas hacen referencia a los trabajos y usos domésticos, elaborando un discurso feminista desde lo “femenino”. Más directamente sobre la inseguridad, Muertas globales, en 2005, se acerca a la terrible situación en Ciudad Juárez. Para esta muestra Gabriela Escárcega construyó una torre de latas de tomate con la leyenda ¿Cuántas más? 370 mujeres asesinadas y Lula Lewis presentó una instalación de cabezas de mujeres colgadas, hechas con papel maché: Haz la cuenta y date cuenta, utilizando la publicidad de un conocido supermercado. Carmela Castejón reflexionaba sobre la angustia de la mujer indefensa en sus Encajonadas. Podemos decir que todas siguen las teorías del postfeminismo, tal como lo entiende Lorena Wolffer y Judith Burtler: su cuerpo es un santuario desde el que trabajar y desde el que hablar. Lo cargan de significados y simbologías, de resistencias. Como el Soy totalmente de hierro (2000) de Wolfer, Inventarios (2009), If she is Mexico, who beat eh up? (1997-99) o Expuestas: registros públicos (2007) de la misma artista. Además de la importancia de las artistas mencionadas, merece un comentario especial el trabajo de la también mexicana Elizabeth Ross. Obras como Las quemaron vivas, ¡Ya basta!, Nómada, las mujeres se mueven (2008-09), realizada en Michoacán, Y seguirán naciendo… porque la muerte es mentira (2007), realizada en colaboración con las Madres de la plaza de mayo. Con este interés creó, junto con otras creadoras, el proyecto Nómada: las mujeres se mueven, sobre la migración y cómo afecta a las mujeres. El desplazamiento, forzoso y necesario por razones fundamentalmente económicas, puede afectar a todos/as por igual, pero con ellas lo hace de una manera especial, especialmente cruda a veces. Tanto si son ellas las que se van, si es un desplazamiento familiar, como si es sólo el marido el que se marcha. En muchas ocasiones el hombre está fuera pero ejerce un control total sobre la familia, tratando a las esposas como eternas menores de edad, incapaces de actuar y decidir por su cuenta. Esto se ve muy bien en las comentarios de muchas de ellas, recogidos en entrevistas en vídeo realizados por Ross. El vídeo, del mismo título que el proyecto, que recoge este trabajo fue realizado con mujeres michoacanas. También desde una iniciativa colectiva, como Martes en Tijuana, se trabaja en otros lugares, como es el caso de La Plata, Argentina. María Cristina Fükelman y Noelia Zussa, investigadoras del Instituto de Historia del Arte Argentino y Americano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata han hecho un interesante trabajo de búsqueda y análisis de diferentes acciones que se llevaron a cabo en La Plata, como denuncia activa y efectiva de diferentes casos de agresión, violación y asesinato de varias mujeres. Actos delictivos en los que no sólo se perpetró el delito, sino la forma de llevarlo a cabo. Como otros trabajos comentados en este capítulo, la intención es poner de manifiesto el asesinato, pero también que éste no se olvide, que se haga justicia y que no vuelva a suceder, despertar las conciencias de los/as ciudadanos/as, alertar a las posibles víctimas y exigir del Estado que ponga punto final a las agresiones. Fükelman y Zussa realizaron este trabajo de investigación y difusión sobre las acciones artísticas y comunitarias que se llevaron a cabo en la ciudad para efectuar las denuncias, para que no se olvidaran y para poner de manifiesto, una vez más, con el arte es un arma efectiva para la mejora de la sociedad, o al menos para intentarlo, para no quedarnos de brazos cruzados con el lamento y el duelo de lo que no debía haber sucedido jamás. El trabajo se centra en las acciones llevadas a cabo por el Colectivo de Artistas Independientes y Las Rojas, en La Plata, bajo el título de “Arte de Acción en La Plata: Registro y Análisis de producciones artísticas efímeras 2001-2013”. Estudiaron las producciones artísticas sobre el muro y en formato de vídeo a partir de tres casos de femicidio ocurridos en la ciudad de La Plata en el año 2007, 2011 y 2012. Fue presentado bajo el formato de ponencia en las I jornadas interdisciplinarias sobre Estudios de género y estudios visuales “La producción visual de la sexualidad” (Mar del Plata, Argentina, 22 y 23 de abril de 2014). Los hechos que denunciaron el Colectivo de Artistas Independientes y Las Rojas, y que se pusieron de manifiesto en las acciones artísticas en la vía pública, fueron la violación y asesinato de Sandra Ayala Gamboa, una joven enfermera peruana de 21 años, 16 de febrero de 2007. Sandra se presentó a una entrevista de trabajo y no salió con vida. El hecho ocurrió en la Agencia de Recaudación de la Provincia de Buenos Aires, en el centro de La Plata. Colectivos de artistas, y la propia madre de la víctima, realizaron diferentes intervenciones en la fachada, denunciando la causa judicial. Otra serie de acciones que llevaron a cabo los colectivos de artistas responde a un cuádruple asesinato ocurrido el 27 de noviembre de 2011, también en La Plata, y uno más, el ahorcamiento de Mariana Condori en marzo del 2012. Para denunciar todo esto se produjeron tres murales de gran formato, marchas ciudadanas, vídeos e intervenciones en el espacio público, organizados por los dos colectivos antes mencionados. Las Rojas depende del Nuevo Movimiento al Socialismo y el Colectivo de Artistas Independientes nación en la Facultad de Humanidades y de Bellas Artes de la Universidad de La Plata. Los murales que construyeron mostraban el rostro de las mujeres asesinadas, visibilizando su dolor y el de sus familias, pero también el de toda la sociedad, extrapolando casos concretos de feminicidio a una situación global de indefensión de las mujeres en una sociedad injusta, machista y patriarcal. Sus acciones podrían ser consideradas como formas de activismo social/político, que realmente lo son, obviando su lado artístico, pero como digo en otro lugar de este ensayo, el asunto ya no está en preguntarnos qué es arte, si lo es o no, sino en que desde lo artístico se pueden abordar otros campos, otras narraciones. Entonces, lo “artístico” está en la procedencia de sus actuantes, en cómo estos/as, como ocurría con el CADA y otros ya comentados, aprovechan su capacidad de construir imágenes, su potencialidad comunicacional para “hablar en voz alta”. No está en una cierta forma de construcción estética, sino en cómo se aprovecha ésta, en cómo el arte, en tanto que es “una construcción del pensamiento”, se puede transformar en un “pensamiento colectivo” de utilidad. Otra de estas artistas que trabajan en el campo de la inconformidad social/política y la lucha por la dignidad de las mujeres es Priscila Monge (1968, San José, Costa Rica), quien ha llevado su trabajo a crear una serie de obras sobre este último asunto. Desde sus inicios ha ido evolucionando también desde el punto de vista formal, desde unos primeros pasos en la pintura hasta el vídeo y la fotografía, donde mejor y más internacionalmente se ha desarrollado. A esto, por ejemplo, obedece la obra Lección de maquillaje (1998), donde un esteticista profesional va explicando lentamente cómo se debe maquillar una mujer. Ella va siguiendo las lecciones de espaldas a la cámara hasta que, una vez terminado, se da la vuelta y nos encontramos con un rostro lleno de maratones, como de haber recibido una paliza. En esta obra, como en otras, hay una tremenda implicación de la artista, por los malos tratos recibidos por su madre y por ella misma en la casa paterna. Con el mismo interés crea Cómo (des)vestirse (2000), donde realiza un striptease con prendas no eróticas en tiempo normal. La autora cuenta que cuando estuve en Bélgica oí que había trata de blancas de todo el mundo. Fuimos con mi pareja y Gerardo Mosquera a un local a ver. El show empezó con “Vicky de Centroamérica”. Se la veía incómoda al empezar a bailar y a quitarse la ropa, y de pronto, se las volvía a poner hasta que vinieron unas personas y se la llevaron . Cómo morir de amor (2000-2001) transita el margen entre la salud mental y la locura. Una delgada línea que hay entre la cordura y la locura, donde ella afirma haberse sentido en alguna ocasión. Entonces, afirma, el arte te salva. El trabajo de la costarricense Lucía Madriz habla de la desigualdad, de la falta de entendimiento y del sometimiento, de la falta de libertad. Así, en Dime cuándo sonreír (2000) o en Dolor de cabeza (2003) denuncia un juego de poder de rivalidades en las relaciones de género. Sandra Monterroso (Guatemala, 1974) en vídeos como La esencia de la vida (2002) o Tus tortillas mi amor (2004) ahonda en los discursos de género. Este último se desarrolla en un pequeño cuarto donde una mujer sola prepara unas tortillas. La obra habla de sometimiento y dominación, pero también de soledad y de impotencia. Monterroso también trabaja desde un “redescubrimiento” de sus raíces indígenas, con un gran sentimiento de desencanta que es común a su generación. Una de sus grandes acciones se realizó en 1998 en la Plaza Central de Guatemala, para el 1er Festival del Centro Histórico. Vestida con un traje masculino, quería representar a un político dando un discurso, pero en un orden inverso.

9/1/19

El Estado y los derechos de la Cultura

El Estado y los derechos de la Cultura La cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden. UNESCO. Declaración de México. 1982 La definición del concepto de Cultura. Un problema de difícil solución 1. Cultura y política cultural 2. La cultura como “servicio público” y su función social 3. Cultura y educación 4. Calidad frente a cantidad en la programación cultural 5. Apoyos públicos a la cultura 6. La Cultura contemporánea como Patrimonio 7. La cultura como imagen del Estado 8. La cultura como fuente de riqueza y generadora de empleo 9. Cultura y “estado del bienestar” 10. Colofón La definición del concepto de Cultura. Un problema de difícil solución. Antes de hablar del derecho a la Cultura y de los derechos de la Cultura, sería oportuno definir el concepto de aquello que constituye el eje fundamental de estas páginas. Ciertamente es difícil definirlo, quizá sea más fácil hacerlo por partes, diseccionar el concepto y abordar el tema pormenorizadamente. Indudablemente a lo que me voy a referir en las páginas siguientes es a la cultura contemporánea y más concretamente al arte actual; al problema del arte, de su reconocimiento como patrimonio, como imagen estratégica del Estado, como elemento aglutinador pero también diferenciador, como fuente de riqueza cultural y como generador de empleo y, por supuesto, a su papel, junto la Cultura en general, como pilar del Estado del Bienestar. No me referiré a la cultura tal como la entienden los antropólogos, como una conducta aprendida o como modos de interpretación y significación de la realidad. Pero sí que entre los investigadores del tema resaltan unos conceptos que me interesan especialmente: cambio, crecimiento, progreso y evolución, porque creo que en estos cuatro términos se encierra, al menos en una buena parte, el trabajo de los creadores y de lo que éste aporta a la sociedad y que a ésta le sirve –le debería servir- para avanzar ella misma y que, además, forma parte indisoluble de ese llamado Estado del Bienestar, especialmente lo que supone de crecimiento, tanto social como personal, de progreso y de evolución y como manifestación de la diversidad. Estos cuatro conceptos son fundamentales para el arte: cambio desde una situación dada, que impulse un crecimiento en la obra, que la haga progresar y evolucionar, pero no sólo a ella sino al conjunto de la sociedad que la genera, de la que refiere y a quien se dirige. Sin cambio, pero especialmente sin crecimiento, progreso y evolución no es posible que se dé la obra de arte, como no es posible que se dé la cultura. Ésta es un constructo estético pero también social y dialéctico que interacciona con el público, que lo remueve y le aporta muchas cosas. La obra de arte, como expresaba Duchamp, se hace con el contacto de quien la disfruta y, por tanto, lo enriquece, le da amplitud de miras, le hace conocedor tanto de su historia como de su presente. Le da información de otras formas de hacer, de una diversidad cultural que es parte de su propia riqueza. Creo que la cultura es importantísima tanto para conocernos a nosotros mismos como para conocer a los demás en sus semejanzas y sus diferencias. Y de ese conocimiento se deriva, creo que de una forma lógica, el respeto. Como se enuncia en la declaración de la UNESCO que abre estas reflexiones a través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden. Esto podría arrojar luz sobre la dificultad de la definición: que sirva para el disfrute del público, pero no un disfrute como diversión, sino como algo que aporte algo a su vida, aunque indudablemente la cultura está asociada con la diversión y con el tiempo de ocio. Pero esto último entraña un problema: si la cultura puede ser entendida, también, como ocio, el ocio no es cultura. Desgraciadamente, en los últimos años, estamos asistiendo a una banalización tremenda de la cultura, convertida en moneda de cambio de una política cultural errática y en motivo para que las agencias turísticas engrosen sus beneficios sin aportar nada a cambio y algo mucho más grave, entender, por ejemplo, inventos como los parques temáticos como “cultura”. Podemos entenderla (al arte) como aquellas producciones en las que la estética juega un papel importante, casi definitorio. Obras que conjugan diferentes capacidades sensoriales pero que no sólo se quedan en un nivel epidérmico, no de diversión, sino que también van encaminadas a ejercitar el intelecto y enriquecer el discurso y la vida de quien las hace y de quien las disfruta. Obras con capacidad de tejer discursos sociales, de interés público. John Hospers, uno de los grandes teóricos de la Estética, consideraba que “no está hecho el arte para ser adorno de paredes o de mesas, sino para ser objeto de contemplación, de reflexión, de estudio…” y no sólo de las paredes de casas particulares, también de las de los museos o en plazas y rotondas... Quizá esta definición pueda servirnos para aclarar un poco más el concepto: reflexión y estudio. 1. Cultura y política cultural La política cultural, es decir la cultura que se hace desde el Estado, sea éste nacional, autonómico, provincial o municipal, debería tener como objetivo principal la creación de infraestructuras para el desarrollo de ésta y favorecer el acceso de los ciudadanos . Algunos estudiosos del tema así lo entienden, pero creo que esto sólo no basta. Habría que matizar bastante las dos partes. En primer lugar está la creación de infraestructuras, sean éstas museos, centros de arte o teatros, por ejemplo. Todos recordamos que a finales del siglo pasado se pusieron de moda de los centros de arte, paralela a la de los teatros (más tarde llegó la de los centros de interpretación ). No hubo ciudad que no suspirara por tener un centro de arte, como no había pueblo de importancia que no quisiera tener un teatro. Se construyeron edificios sin tener clara su programación y, lo que es peor, sin tener claro el presupuesto que los dotaría de personal y contenido. Lo que se derivó de esto –y hay suficientes ejemplos para argumentarlo- es la existencia de edificios que no tienen claro su destino ni función. Es decir, se gastaron suculentas cantidades de dinero y no se consiguió fomentar la cultura. No es suficiente, por tanto, que el Estado cree infraestructuras para la cultura. Hay que saber bien qué se va a hacer en ellas y a quién va dirigida su programación. Antes de acometer una obra pública hay que saber qué déficit va subsanar y quién la va a utilizar. Como también hay que saber que su funcionamiento conlleva un coste, de personal cualificado y de programación. De la misma manera que si se construye una carretera o un centro de salud se estudia a quién va dirigido y cómo se van a mantener activos y actualizados sus servicios. Tener claro que su rentabilidad se obtiene a largo plazo. Los proyectos culturales no son macetas que se plantan hoy y mañana germinan, como tampoco lo son otro tipo de proyectos empresariales . Por tanto, no creo que, como principio, la creación de infraestructuras se deba quedar ahí. Fundamentalmente porque pienso que no sirve para nada y en muchos casos su efecto ha sido tremendamente negativo. Ejemplos hay de espacios para la cultura construidos sin un objetivo previo, pero con buenas intenciones, que una vez inaugurados se han dejado a la deriva, bien porque luego no había presupuesto para su dotación, bien porque la población que se esperaba asistiera no lo ha asumido. No tiene sentido, por ejemplo, crear un centro de arte y nuevas tecnologías en una ciudad donde no hay tradición de esto, si previamente no se han puesto en marcha redes y actividades formativas que “preparen” al púbico potencial, porque al ver que no hay una afluencia masiva, los políticos, a quienes les encanta contar gente, acabarán cerrando el espacio o cambiando su dedicación . Lo de “favorecer el acceso de los ciudadanos” tiene más connotaciones. Favorecer el acceso de los ciudadanos a la cultura, como así se expresa en la Constitución Española y en todos los estatutos de autonomía e incluso en declaraciones internacionales, de una u otra manera, no se resume en abrir edificios de uso cultural y programar una serie de actividades. Posibilitar el acceso a la cultura requiere una labor de formación y educación previa y constante para que estos ciudadanos y ciudadanas tengan la -yo diría- necesidad de la cultura. Para que no sean simplemente “consumidores” de cultura, sino parte activa en ella, porque muchas veces somos tratados como “consumidores de cultura” y no como personas con capacidad propia para el razonamiento y la libre elección. Esta es, también, una labor del Estado : formar ciudadanos inteligentes, con capacidad de elección. Ciudadanos libres. Si no quedara excesivamente pedante, edulcorado y pre moderno, diría que ciudadanos felices porque ahí está precisamente el papel de la cultura como pilar –uno de ellos - del Estado del Bienestar. Obviamente cuanto más culto se es más capacidad crítica se tiene, pero más se disfruta en un concierto, una exposición o leyendo una novela. Como apunta acertadamente Andrés Webster, desde su posición en México, “la cultura representa una posibilidad de desarrollo para las sociedades. Por un lado, constituye la identidad, los valores, la historia, el patrimonio y a partir de ella se fortalecen los lazos de convivencia. Pero por otro, el patrimonio y las manifestaciones culturales, con un manejo responsable pueden traducirse en una vía para el desarrollo de la sociedad” y como un bien social . A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones, recordando una vez más la declaración de la UNESCO. Pero esta importante labor de formación no sólo afecta al público, también afecta, y de una manera importante, a los productores de la cultura. No puede haber una cultura de calidad sin una formación sólida de los “productores” y también ésta es responsabilidad del Estado o quizá ésta de una manera especial. Lamentablemente, los planes de formación estatales, tanto para artistas como para gestores, críticos y comisarios son escasos y deficientes, y para estos últimos mucho más. Hasta hace pocos años no ha habido una formación específica para comisarios y gestores, por ejemplo. Esto se está subsanando con algunos programas máster, pero quedan muchas lagunas que cubrir y generalmente la formación la acabas completando en el desarrollo de tu propio trabajo. Considero esto de interés porque, como digo, de nada sirve ese “libre acceso a la cultura” si ésta no se genera. Esta falta de planes provoca, que para tener una formación de alto nivel, sea necesario estudiar fuera del Estado Español, lo que, además, hace que muchos no vuelvan o que lo hagan años más tarde. Pero aun esto se hace difícil sin una política de apoyos a la formación y mucho más cuando las relaciones entre Educación y Cultura, aun a nivel administrativo, son más que difíciles. Jamás entenderé que sean dos ministerios diferentes cuando sus objetivos deberían, al menos, converger; como tampoco entiendo que, en Andalucía por ejemplo, la Universidad no esté ni en uno ni en otro. Una planificación general conjunta daría mejores resultados, de eso no me cabe la menor duda. Actualmente la mayoría de los planes de apoyo al arte contemporáneo de las comunidades autónomas, por ejemplo, priman las ayudas a la producción y, en algunos casos también, a la difusión, pero cuantitativamente son menores a la formación, cuando ésta debería ser la más importante. Claro que de esto no sólo tiene la culpa la Administración Pública, hay que ser justos. La mayoría de los artistas –de los artistas visuales- prefieren las ayudas a la producción, a la compra de materiales para hacer la obra, cuando el principal material para hacer una obra de arte es la educación y formación de quien la hace. Hablamos del fomento de la cultura y del acceso de los ciudadanos, hablamos de la formación, de la necesaria implicación del Estado, pero también habría que hablar del papel de la Universidad en la creación y fomento de la cultura. La Universidad –y no me refiero sólo a las facultades de Bellas Artes, Historia, Filosofía o Filología- debería jugar un papel primordial en el fomento de la cultura, en la formación de los ciudadanos para acceder a ésta. Los universitarios y universitarias, esa mal llamada élite intelectual del país, reciben una formación de excelencia –supongámoslo así- en diversas materias, cada una según su disciplina, pero en asuntos de cultura, o de humanidades, su formación brilla por su ausencia. Creo que en las facultades, especialmente en las de ciencias o técnicas, se deberían incluir asignaturas de conocimiento de la cultura, sólo así tendremos una población culta con capacidad para hacer realidad eso que recoge la Constitución: el libre acceso a la cultura, porque sin educación y formación no se puede acceder a nada. No accedes a lo que no conoces, no sientes la necesidad de lo que ignoras. Pero esto no sólo afecta a los estudios universitarios, hay otra gran cantidad de población que no tiene acceso a éstos o que no los ha podido tener en el pasado. También aquí está la responsabilidad del Estado, en ofrecer planes de formación complementarios. La llamada tercera edad cuenta actualmente con tiempo y capacidad para acceder a una educación que tal vez no pudo tener en su juventud. Es cierto que se están haciendo planes en este sentido, pero creo que es necesario un esfuerzo más importante en este campo. Los planes de viajes del Imserso son interesantes, no estoy en contra de esto, pero creo que les aportaría más, mucho más, una educación en cultura . Ese “favorecer el acceso de los ciudadanos” que se recoge en nuestra Carta Magna está plasmado, de una manera más o menos parecida, en todos los Estatutos de Autonomía del Estado Español, las variaciones no son más que en la manera de expresarlo. Así, en el Artículo 9. 1. del Estatuto de Autonomía del País Vasco, referido a los derechos y deberes fundamentales de los ciudadanos del País Vasco son los establecidos en la Constitución, dice que: e) Facilitarán la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social del País Vasco. En el Artículo 22. de Derechos y deberes en el ámbito cultural, del Estatuto catalán: 1. Todas las personas tienen derecho a acceder en condiciones de igualdad a la cultura y al desarrollo de sus capacidades creativas individuales y colectivas, y en el Art. 40. Los poderes públicos deben promover políticas públicas que favorezcan la emancipación de los jóvenes, facilitándoles el acceso al mundo laboral y a la vivienda para que puedan desarrollar su propio proyecto de vida y participar en igualdad de derechos y deberes en la vida social y cultural. En el artículo cuarto del gallego: facilitar la participación de todos los gallegos en la vida política, económica, cultural y social. Quizá el andaluz se extienda más en el Título I. Derechos sociales, deberes y políticas públicas, Art. 33. Todas las personas tienen derecho, en condiciones de igualdad, al acceso a la cultura, al disfrute de los bienes patrimoniales, artísticos y paisajísticos de Andalucía, al desarrollo de sus capacidades creativas individuales y colectivas, así como el deber de respetar y preservar el patrimonio cultural andaluz, pero en el Art. 36. Deberes, 17.º El libre acceso de todas las personas a la cultura y el respeto a la diversidad cultural, vuelve sobre lo mismo. Así podríamos seguir con el resto, casi sin variación alguna. También la mayoría insisten en el “desarrollo de sus capacidades creativas individuales y colectivas”, pero el asunto que quiero destacar es que tanto en la Constitución como en los estatutos no se dice nada de cómo se va a efectuar ese derecho de acceso a la Cultura ni de cómo o con qué medidas se va a fomentar esa “creatividad”. Quiero decir, como antes apuntaba, que sin unas medidas concretas esto no pasa de ser una declaración de buenas intenciones. Bien es cierto que en algunas autonomías se han dado diferentes desarrollos legislativos en pro de una mejora del tejido cultural, pero todas adolecen de una eficiente legislación que apoye y fomente la Cultura. Sí que es cierto que en algunos estatutos, dentro de los capítulos o artículos dedicados a la Cultura, destacan el fomento de la “calidad de vida”, pero no tengo muy claro si entienden efectivamente la Cultura como un factor asociado a esta “calidad”. Por ejemplo, en el de la ciudad autónoma de Melilla, dentro de los “Deberes y Derechos fundamentales” destaca la “mejora de las condiciones de vida y elevación del nivel cultural”. Recientemente se han impulsado en algunas autonomías planes de apoyo al arte contemporáneo, como el Iniciarte andaluz, pero que han tenido una duración más corta que la deseada y sobre todo han sido –o son- planes que han trabajando más en la línea de una política de subvención que de inversión, que es la que a la larga resultaría más eficaz. Ciertamente, algunas comunidades autónomas han hecho notables esfuerzos más allá de lo establecido en sus estatutos. Quizá el caso más llamativo sea la de Cataluña, que promulgó la Ley 6/2008, de 13 de mayo, por la que se creaba el Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes. El Consejo es una entidad de derecho público, que tiene como finalidades principales asesorar al Gobierno de la Comunidad en aquellos asuntos que tienen relación con la política cultural y organizar la política de apoyo y promoción de la creación artística. Es notable el trabajo desarrollado por este Consejo, que actualmente está trabajando en una redefinición de la política de adquisición de obras de arte por parte el Gobierno Catalán. Con un interés parecido, pero no al mismo nivel ni con los mismos resultados, se elaboró en Andalucía el Plan Estratégico de la Cultura en Andalucía (PECA) . Un documento estratégico integral que fijó las líneas maestras de la Consejería de Cultura durante cuatro años y que pretendía fijar una serie de orientaciones estables, evaluables y participativas, con el fin de que sirvieran para mejorar el progreso socioeconómico y la calidad de vida de los andaluces y andaluzas. Ciertamente se puso todo el esfuerzo posible en su redacción y su capacidad de concertación y consenso entre todos los sectores implicados son dos de sus puntos fuertes. Se intentaba que fuera una herramienta que contribuyera al fortalecimiento de la tolerancia y el respeto como valores de convivencia democrática. Pero el PECA, las dos ediciones que ha habido, no ha ido mucho más allá que una buena e interesante declaración de intenciones, porque de hecho, la Cultura en Andalucía sigue siendo un asignatura pendiente, la gran asignatura pendiente en la Comunidad, aunque no sea la única. Las derivas en las políticas culturales, los constantes cambios de planes y estrategias de apoyo a la Cultura, especialmente al arte contemporáneo, hacen que se esté en un continuo comenzar y recomenzar sin llegar nunca a ningún sitio. Con respecto al arte contemporáneo, el Programa Iniciarte de apoyo al arte emergente marcó un antes y un después, o eso era lo que parecía. Desde 2006 el programa ha concedido ayudas en varios apartados: creación/producción, difusión y ayuda a las galerías. Una beca en Bethanien (Berlín), premios a la actividad artística contemporánea, plan de adquisiciones para la Colección Iniciarte y la programación del Espacio Iniciarte Sevilla y Córdoba después, aunque la vida de éste último ha sido y es más bien errática e incierta. Con la crisis y los cambios en la Consejería de Cultura, o aprovechando el argumento de la crisis, han dejado entrar el Programa en una especie de letargo que lo está llevando, de hecho, a una muerte asistida. A pesar de lo anunciado, al menos a la fecha de julio de 2011 ni se ha convocado nada ni parece que vaya a convocarse. A primeros de año se anunció que la Sala Santa Inés iba a ser el Espacio Iniciarte Sevilla, pero se quedó sólo en anuncio. En definitiva, el problema aquí, como en todos lados, es la falta de creencia de los políticos en que la Cultura es un valor estratégico para el Estado, una fuente de riqueza y de generación de empleo, y aprovechan cualquier escusa para dar al traste con los planes de fomento referidos a la Cultura. El caso de Iniciarte no ha sido una panacea, ha tenido sus cosas buenas y malas, obviamente como todo, pero no ha sabido crear nuevas expectativas e intereses en el sector, especialmente en el de los creadores, más interesados en las ayudas a la producción que en las de formación, que es donde habrían tenido que incidir éstas. El Programa ha puesto más interés en fomentar una política de subvención que de inversión, que hubiera sido mucho más provechoso para todos. Inversión en formación, en conocimiento, base fundamental de la obra de arte. Pero ni la Consejería ni los propios artistas han sabido evaluar esto correctamente. Una preocupada en elaborar una política de “café para todos”, para contentar a la mayoría, y los otros más preocupados en comprar materiales para hacer sus obras que en formarse para que éstas tuvieran algún contenido. La verdad es que, ahora que parece más que evidente que el Programa se ha acabado, echando la vista atrás, pensamos que los resultados podrían haber sido mejores, que se podría haber aprovechado mejor el dinero público. En el resto de las comunidades autónomas del Estado también se han creado una serie de planes de ayuda y fomento de la creación actual y, en algunos casos, sí que se pone más énfasis en la formación, ayudando en las estancias en residencias de artistas, como es el caso de la Comunidad de Aragón o de Baleares. La mayoría de esas ayudas no sólo son para el fomento y producción de las artes plásticas, muchas de ellas también incluyen las audiovisuales, cinematográficas, escénicas y la música. Quizá, en el caso de las cinematográficas y escénicas, la que más destaque sea Castilla-La Mancha, aunque muchas otras comunidades también prestan apoyos a estas artes. En algunos casos, como el de Extremadura, se fija una edad límite para acceder a las ayudas, pero en la mayoría no existe esta cláusula. De todas las comunidades, los programas de ayudas más amplio y con mayor ámbito de actuación tal vez sean los de Cataluña y del País Vasco y los menos los de La Rioja y la Ciudad Autónoma de Ceuta. 2. La cultura como “servicio público” y su función social. Estas estrategias de apoyo a la cultura son responsabilidad del Estado (o necesitan de éste para subsistir en el caso de las iniciativas privadas ), tanto en la parte formativa como la de producción. La cultura siempre será un sector económicamente deficitario, pero por su dimensión social y por su papel en el Estado del Bienestar, las instituciones públicas tienen la obligación de apoyarlo y, como digo, esto no se puede reducir sólo a crear infraestructuras. Como tampoco se debería aceptar que la cultura sea un servicio público sustentado por los autores. La cultura no es considerada un “servicio público” en la forma de entenderlo el Derecho Administrativo que sólo se aplica las actividades de contenido económico. El acceso a la cultura como servicio público sería entendido más bien como un “servicio público de mediación”, pero como sí lo es la Educación, esa “mediación” debería desarrollarse, entre otras cosas, en la preparación de los ciudadanos y ciudadanas. Sin embargo, la Constitución Española en su artículo 149 sí que habla del “servicio de la cultura” como “un deber y atribución esencial de la cultura”, aunque a la luz del artículo 50 ese “servicio” se entiende como “social”, es decir un servicio de asistencia a la tercera edad, pero esto debería extenderse a toda la población. Es cierto, como subrayan Antonio Pau y María J. Roca , que eso no entraña por parte del Estado la “creación de cultura” , pero sí debería entenderse como una labor de fomento, de facilitación de la formación, tanto de los productores como del público, un empeño por facilitar ese “acceso de los ciudadanos a la cultura” a través de la educación. Se podría decir, como señalan los autores citados, que debería ser un “servicio de mediación entre creadores y público”, pero un servicio de mediación que no se puede quedar en el fomento de infraestructuras, como antes he comentado. Dicho esto, entiendo que la Cultura es un “bien social” que hay que proteger, fomentar y cuidar, por eso estoy de acuerdo con la llamada “excepción cultural” . Es cierto que los trabajadores y trabajadoras de la cultura no aspiramos ni a ser una excepción, pero sí a que se nos dé un trato igualitario. Reclamamos del las instituciones del Estado un trato de igualdad con el resto de los profesionales, sean del sector que sean. Es cierto que “la Cultura no puede tratarse como una mercancía más en la medida que posee valores intrínsecos que la diferencian de los demás bienes”, valores comentados en este texto, pero si el trabajo de las personas que producen esa Cultura. Ahora bien, al hilo de esto hay otra cuestión que es importante señalar: el compromiso social y político de los que nos dedicamos a esto. Partimos de la base de que el arte es una forma de expresión -y más allá de esto un constructo social que refiere de la comunidad en la que se desarrolla- que cambia con el tiempo y con la historia a la que pertenece y representa. Cambia la forma de expresión –cambian los intereses de la sociedad de la que refiere-, pero no la necesidad de articular discursos sobre asuntos comunes y universales. Para Ernst Fischer, cuyo libro sobre el tema se titula precisamente La necesidad del arte , éste jamás desaparecerá ni perderá su relación con la humanidad. Precisamente porque necesitamos “apropiarnos” de otras experiencias. Todos los géneros del arte son útiles para esto, pero el video, a mi juicio, se perfila como el más idóneo, sobre todo en los asuntos que tienen que ver con lo sociopolítico. Es cierto que cambia de función al cambiar la sociedad, o tal vez más que de función de objetivo. Todo arte está condicionado por el tiempo y representa la humanidad en la medida en que corresponde a las ideas y aspiraciones, a las necesidades y esperanzas de una situación histórica particular, por eso precisamente tiene, también, esa función sociopolítica. El arte se ha convertido para muchos en un fraude, algo elitista, pocos lo entienden, y para algunos ni siquiera existe. Si además de esto hablamos de video, la situación se complica mucho más. En muchas esferas, incluso las de los muchos artistas, el video, aun llevando más de cincuenta años en primera línea de producción y pensamiento, aun no ha accedido a la “categoría de arte” y mucho menos considerado con una de las “Bellas Artes”. Pero es uno de los medios más eficaces para tratar de ciertos asuntos, especialmente aquellos en los que es necesaria una implicación por parte del creador. Como digo, es, entre otras cosas, un constructo social. Me interesa como manifestación de los intereses e inquietudes de la comunidad , por eso prefiero el trabajo que se está haciendo desde el video, porque creo que tiene una mayor “facilidad” para incidir sobre estos asuntos y puede tener más implicación política. En tiempos como los que vivimos no podemos quedarnos encerrados en los estudios. Hay que pasar a la acción. Muchos son los artistas, comisarios y gestores que están empeñados en desarrollar un trabajo de compromiso, dándole voz a aquellos que no son escuchados. En este sentido, son como un altavoz que puede hablar de lo que a todos nos interesa y nos preocupa. Son asuntos que nos afectan a todos de una manera directa, tales como los discursos feministas y de género, la inmigración, el problema de la vivienda, de la memoria, los barrios marginales, etc. 3. Cultura y educación. La cultura y la educación, por el hecho de ser tratadas de forma diferente en la legislación española y administrativamente también, no se pueden abordar de una forma unitaria, pero creo que si no se puede hacer un “estudio unitario”, sí al menos se puede hacer derivado o consecuente ya que, a través de educación, se accede a la cultura. Para la CE el Derecho a la Educación en un derecho fundamental, como he comentado antes, y la escolarización es obligatoria hasta los 16 años. Sin embargo, el Derecho de Acceso a la Cultura no es un Derecho Fundamental, no lo es porque no hay un deber de acceso a ella. Digamos que no le encuentro sentido a este “juego de derechos” por cuanto entiendo que (en ese periodo obligatorio de escolarización) a la cultura se accede en y a través de la escuela . También en la familia, cierta y necesariamente, pero fundamentalmente en la escuela. Si en la escuela de enseña cultura, la forma de acceder a ella, sus variantes, su riqueza y diversidad, etc. (ojalá esto fuera cierto) y esa obligatoriedad abarca a todo el abanico de lo que en estas instituciones se enseña, bajo el paraguas general de ese Derecho Fundamental a la Educación está también amparada la Cultura. Educación y Cultura han de ir unidas siempre, porque la una deriva de la otra o está implícita en ella. De hecho, en las declaraciones universales sobre la Cultura siempre se hace hincapié en el derecho a la Educación como forma de acceder a la Cultura . ¿Cuál es el problema por el que el legislador no lo entiende así y la sociedad en general tampoco? Porque se considera a la cultura como “la bella inútil”, como un conjunto de actividades para ocupar los ratos de ocio y, por tanto, a ella misma como ocio. A mi juicio, no se le da el valor que realmente tiene de conocimiento, de experiencia, de posibilidad de acercarse al otro, unos valores que enriquecen nuestra propia vida. No se la considera como una forma de conocer la historia y lo que es aún peor, que hay gente que tiene en sus manos las herramientas para enseñarla y no lo hace. En esto hay muchos actores implicados y las culpas, como las responsabilidades, hay que repartirlas: efectivamente, por una parte, está la legislación, que la pone sólo a un nivel de mera declaración de intenciones, “acceso de los ciudadanos a la cultura…” etc. Por supuesto que no estoy diciendo que tengamos que acceder a la cultura por ley, no. Lo que digo es que se deberían aprovechar los mecanismos y estrategias de enseñanza que ya existen para enseñar cultura. Por una parte que los “enseñantes” a veces no se dan cuenta del verdadero valor de su trabajo, de la posibilidad que tienen ante sus ojos de enseñar en cultura, en valores como muchas veces se comenta. Y por otra que los ciudadanos no exigen lo que debieran a las instituciones públicas. Todo esto se resume, como digo, en esa forma errónea de entender para qué sirve la cultura o de no entenderla en absoluto. En el caso español, ésta se entiende como un valor, eso es cierto o al menos lo parece, pero sin embargo no figura entre los valores que aparecen reseñados en el art. 1 de la CE, ni en los principios del 9. Tanto éstos como la sentencia 71/1997 del TC (ésta la considera un principio rector) hablan una y otra vez del “derecho de acceso a la cultura”, pero se olvidan, una y otra vez, de que para acceder a algo no sólo es preciso que ese algo exista, sino que los ciudadanos y ciudadanas poseedores de ese derecho sepan que la cultura existe, por qué, para qué y recibir una formación que les anime a acercarse a ella como una necesidad. Y para que exista, además, es necesario que se dé la posibilidad de que los “creadores de cultura” puedan hacer su trabajo. Antonio Pau y María J. Roca especifican que “la razón es que la cultura, en sí misma, no se puede exigir. No la puede exigir el ciudadano y no la pueden exigir los poderes públicos” . Estoy radicalmente en contra, claro que el Estado no puede exigirla, no puede exigir que los ciudadanos sean cultos, pero éstos sí que pueden y deben (deberían) exigir al Estado que exista la cultura y que exista para todos y que existan las actividades y/o planes de formación suficientes para que todos y todas, en igualdad de condiciones, podamos acceder a ella. Además, está precisamente esto: enseñar cultura. Pongamos como ejemplo las enseñanzas de los cursos superiores de la escuela y en la universidad. En la mayoría de ellas, pero también en las actividades pedagógicas de muchos museos, se enseña constantemente el qué y el cuándo (y en contadas ocasiones el cómo) pero jamás el por qué y el para qué. Quiero decir que, a la hora de explicar un cuadro, por ejemplo, se hace un tremendo hincapié (positivismo) en que los alumnos aprendan quién lo hizo, cuándo y el título de la obra. Pero es que eso es precisamente lo menos importante de una obra de arte, lo importante es por qué se hizo, para quién o quienes la encargaron, en qué tipo de sociedad, economía, sistema político y religioso se creó… qué información nos da ese cuadro, edificio o composición musical sobre el momento histórico en el que fue creado… Este es el segundo problema de la enseñanza de la cultura, la forma de enseñarla, que no la pone en valor. Si esto ocurre con el arte antiguo… con el actual es que ya ni se considera cultura, ni documento, ni nada. Creo sinceramente que los ciudadanos y ciudadanas deberían ser educados en la cultura, como la mejor forma de conseguir una sociedad pacífica, igualitaria y respetuosa de todos y con todos. Uno de los problemas más atroces de la sociedad es la incultura… Y creo que este es el verdadero problema y no tanto la legislación, que también, porque si se entendiera la importancia de la cultura en lo que realmente es, la legislación cambiaría, creo que de eso no hay duda. 4. Calidad frente a cantidad en la programación cultural. Desde las administraciones públicas, especialmente las provinciales y municipales –las que están más cerca del ciudadano- se fomentan unas acciones culturales donde lo importante parece ser la participación, quiero decir que sean actividades que puedan atraer a la mayor cantidad de público posible, sin pararse a pensar si tal o cual actividad aporta algo a la gente. Habitualmente leemos en la prensa que determinada actividad o exposición ha sido un éxito porque ha superado en número de asistentes a la anterior. Se cifra el éxito en la cantidad, nunca en la calidad, nunca en evaluar qué les ha aportado eso a los visitantes, qué se han llevado, cultural y formativamente hablando, de una exposición y de una obra de teatro o concierto. Parece que no importa la formación de los ciudadanos, sólo que acudan en masa y hagan enormes colas para entrar en un museo, cuando la vistita, después del cansancio de la espera y de la imposibilidad de ver tranquilamente los cuadros, por poner un ejemplo, se hace algo así como un suplicio que estamos deseando termine. Creo que si esto lo organiza una entidad privada podría tener algún sentido (aunque yo no se lo encuentro) pero si está organizado por el Estado me parece un error de bulto, se debería fomentar la calidad, nunca la cantidad. El hecho de que estos grandes planes de la cultura sean asumidos por el Estado, independientemente de que también la iniciativa privada los haga, asegura que tengan la posibilidad de llegar a todos de igual manera, apoyando así tanto la diversidad cultural como el acceso igualitario para todos y todas, base ésta de la auténtica Democracia. 5. Apoyos públicos a la cultura. Como he comentado antes, dos son los objetivos fundamentales de una buena y eficaz política cultural, y ambos tienen numerosas matizaciones. Entre éstas he comentado la necesidad de atender a los productores de la cultura. Sin “productos culturales”, sin obras de arte, ni tendrían contenido las infraestructuras culturales ni los ciudadanos y ciudadanas tendrían nada a lo que acceder. Por eso me parece igualmente importante tanto una política eficaz de apoyo a la creación como una fiscalidad que favorezca a las instituciones privadas que verdaderamente se impliquen en la acción cultural. En esto las Cajas de Ahorros están directamente implicadas, por normativa, pero lamentablemente el trabajo de algunas es más que deficiente. En tiempos de bonanza económica parece que no hay problemas, pero cuando arrecia la crisis todo se va al traste. Las Cajas de Ahorros destacan sus fines como sociales y culturales, pero cuando hay recortes siempre van a la parte de cultura. Me parece un error, sobre todo porque no se entiende la cultura en su justa medida, como un valor, también, social. En España, tanto a nivel estatal como autonómico existen esas iniciativas de apoyo a la creación pero, a mi juicio, son erráticas e indeterminadas y, algo aun peor, parecen estar convencidas de que la política de “café para todos” es la mejor opción para llegar a un repartimiento igualitario de los recursos. No puede ser más desacertado, es populista e ineficaz. En asuntos de cultura la cantidad está reñida con la calidad, como he mencionado antes en relación a la evaluación del público, pero también en el número de destinatarios de esas ayudas. Está claro que todos tenemos los mismos derechos a acceder a los bienes y ayudas públicas, precisamente porque se trata de dinero público . Pero creo, también, que el Estado tiene –o debería tener- la obligación no de diferenciar a unos ciudadanos de otros, pero sí de evaluar la calidad del trabajo en función de una serie de parámetros que clarificarían la excelencia de éste y, por tanto, de ser apoyado. Parámetros de compromiso, de esfuerzo en la investigación, de trayectoria, de optimización de recursos, de planteamiento y de proyección (en el caso de los artistas más jóvenes), de calidad, de conexión con la creación nacional e internacional e incluso parámetros de interés social . No se trata de que la Administración se convierta en un crítico que diga tú vales y tú no, pero sí que se acoja a una serie de normas o reglas que, aplicadas a la concesión de ayudas, hagan de éstas un instrumento más eficaz. Un instrumento que contribuya a la mejora de la cultura en España, de su imagen tanto dentro como fuera del Estado. Criterios como los anteriormente mencionados: cambio, crecimiento, progreso y evolución. Es decir, un trabajo que aporte, que innove y que tenga una implicación social . Un trabajo que esté en relación con la producción internacional tanto de dentro con de fuera. En el trabajo citado Estado y Cultura, de Stefan Huster, Antonio Pau y María J. Roca hablan del “dilema de la neutralidad estética del Estado” y, comentando la jurisprudencia del Tribunal Constitucional Federal de Alemania, especifican que “un ‘control’ del nivel, es decir, una diferenciación entre arte ‘superior’ e ‘inferior’, arte ‘bueno’ y arte ‘malo’ (y por ello digno de protección, o menos digno de ella)… es inadmisible” . No puedo estar más en desacuerdo, primero porque efectivamente existe un arte superior, bueno y digno no sólo de protección sino de apoyo y difusión, como hay un arte –una cultura- malísima e inferior que no debería ser apoyada o no al menos al mismo nivel. Segundo porque hay un arte que constituye el trabajo de muchos creadores para el que estudian, se preparan, viajan, observan, experimentan, tienen una trayectoria profesional… mientras que hay otro, generalmente malo, que sólo se hace como divertimento o como hobby. Y tercero porque el Estado no es una maquinaria anónima o un robot al que se le introducen unos datos y te da un resultado. Las instituciones del Estado las hacen personas a las que se les supone un conocimiento y una preparación para hacer su trabajo, unas comisiones de valoración que están precisamente para eso, para valorar y emitir un juicio. El Estado, por normativa, tiene comisiones de valoración constituidas por expertos para hacer un trabajo para el que, se supone, están preparados y aquí precisamente hace agua esa supuesta “neutralidad estética” del Estado. Si te designan para formar parte de una comisión de valoración, de selección, para un comité científico o para otorgar unas becas ¿dónde queda esa neutralidad? Neutralidad en tanto que tu valoración sea igualitaria para todos y todas, pero nunca puede ser estética. Esteve León, en el prólogo al libro de Xavier Marcé y Ramón Bosch, hace referencia al trabajo de Kevin Mulcahy Los emprendedores y el darwinismo cultural. Perspectivas del sistema cultural americano, donde hace un comentario interesante a esos apoyos públicos a la cultura y señala tres puntos que me parece importante recoger, porque evidencian un pensamiento bastante extendido sobre su necesidad. Una aclaración sobre estos tres asuntos me parece oportuna: a) La ayuda a la cultura es una contribución graciable, improductiva, que está en función de la “sensibilidad” del responsable político de turno. Hay una parte de esta declaración que es indudablemente cierta: la que se refiere a la “sensibilidad” del responsable de turno. Tantas veces nos hemos encontrado con la imposibilidad de llevar adelante un proyecto porque la persona que ha estado al frente de tal o cual institución era incapaz de comprender lo que le estábamos planteando, y también que al dar con una persona con sensibilidad, cultura, capacidad de iniciativa y entusiasmo todos los problemas se han resuelto sin esfuerzo. Y hay que lamentar que los interlocutores con que nos solemos encontrar en las instituciones no siempre son los más adecuados para capitanear un proyecto cultural. Pero no es cierto en absoluto que sea un bien “graciable” que se da como quien da una limosna. No se apoya un proyecto cultural –no se debería- como si de un alarde de generosidad del político se tratara y, por supuesto, no se trata de algo improductivo, como creo que queda claro en estas páginas. b) La ayuda a la cultura es elitista. No voy a negar que la cultura –algunas culturas o algunos tipos de cultura- tengan un tinte elitista y que para “acceder” a la comprensión y disfrute el arte actual sea necesaria una preparación previa, como para disfrutar de la ópera, de la música sinfónica o de la buena novela. Negarlo sería casi como negar la evidencia. ¿Pero a caso no es parecido lo que ocurre con la literatura (la buena, no la de quiosco), el cine o el teatro? Para cualquier cosa que requiera nuestra atención y comprensión es necesaria una preparación, pero esto no es un problema ni de la cultura, ni de los creadores, ni del público y tal vez sí del Estado. En otro punto de este trabajo me refiero a la cultura y la educación. Es un problema del Estado, o que éste tiene que resolver porque sobre él recae la formación, instrucción y educación de los ciudadanos. No podemos pensar que la cultura es elitista y que no podemos acceder a ella sin reflexionar antes qué hacen los poderes públicos para subsanar esta carencia entre la población. Una ciudadanía con un grado de cultura aceptable no tendría problemas para acceder a las manifestaciones culturales. c) La ayuda a la cultura es superflua. Al hilo de lo que muchos han trabajado sobre la cultura y de lo que planteo en este escrito, creo que tenemos claro que esos apoyos no son superfluos en absoluto. Esos apoyos e iniciativas, tanto los estatales como lo que proceden del sector privado, sirven para que se pueda crear cultura, como para conservar y acrecentar la que ya hay. Sirven para que el país construya su patrimonio futuro, para que sus creadores trabajen con un alto nivel de competitividad, para que existan bienes y actividades a los que los ciudadanos puedan acceder y disfrutar de ellos y para contribuir a la creación y mantenimiento de esa red de iniciativas y puestos de trabajo que ésta genera. Y, por supuesto, para contribuir al estado del bienestar. 6. La Cultura contemporánea como Patrimonio. “El Patrimonio Histórico Español es el principal testigo de la contribución histórica de los españoles a la civilización universal y de su capacidad creativa contemporánea. La protección y el enriquecimiento de los bienes que lo integran constituyen obligaciones Fundamentales que vinculan a todos los poderes públicos, según el mandato que a los mismos dirige el artículo 46 de la norma constitucional” . A la luz de este preámbulo de la Ley, podemos observar cómo la legislación española sitúa en el mismo plano de importancia el patrimonio histórico y el actual, al hablar de la “capacidad creativa contemporánea”. Pero también al señalar la importancia de su “enriquecimiento”. No se entiende, o no debería entenderse, que el mismo sólo se refiere a la adquisición, para los museos y colecciones públicas, de bienes de nuestra historia. Está claro que también esos bienes deberían proceder de la creatividad contemporánea de los artistas españoles. Pero aunque la Ley de Patrimonio del Estado Español especifique esto, y diferentes leyes de mismo tipo de las comunidades autónomas también lo recojan, parece que es sólo una declaración de intenciones y que el legislador se olvidó de la cultura contemporánea en el desarrollo de esas leyes, porque no se vuelve a hacer mención sobre este tema . Esto constituye una merma en el incremento de las colecciones públicas de arte contemporáneo, pero también en el futuro de nuestro patrimonio. Si, como dice la Ley, éste “es el principal testigo de la contribución histórica de los españoles” y no hay un esfuerzo en las instituciones por apoyar y potenciar el arte actual, difícilmente se verá incrementado este patrimonio de cara al futuro. Quiero decir que el arte que se está haciendo hoy constituirá el patrimonio del futuro e, indudablemente, la aportación de los españoles a esa civilización universal que comenta la Ley. Creo que tanto la Ley de Patrimonio, como el desarrollo del artículo 46 de la Constitución quedarían en una mera declaración de intenciones si esta política no cambiara. Si no se entendiera el arte actual como parte, también, de nuestra aportación cultural. Por eso entiendo que el trabajo de los artistas, como el de todos los agentes implicados en la creatividad contemporánea, forman parte de nuestro patrimonio y como tal debería ser protegido. Es el patrimonio de hoy y será el del futuro. Pero esto no se hace con declaraciones de buenas intenciones ni, sólo, con la promulgación de leyes. Debería traducirse en una política cultural verdaderamente efectiva que facilite el desarrollo del trabajo del arte, la formación de los artistas, la difusión y el conocimiento de su trabajo, tanto a nivel nacional como internacional, el reconocimiento de sus derechos y, por supuesto, de la educación y formación de los ciudadanos y ciudadanas para que todos puedan acceder al conocimiento y disfrute de esta creatividad. 7. La cultura como imagen del Estado. Retomando el Preámbulo de la Ley de Patrimonio de 1985 “testigo de la contribución histórica de los españoles a la civilización universal y de su capacidad creativa contemporánea”, podemos pensar fácilmente que el legislador entiende que la cultura crea, o al menos contribuye a crear, una cierta imagen del Estado; de lo que los habitantes de un determinado Estado, el Español en este caso, han creado y crean y que esto es una contribución a la civilización universal. Es decir, lo que cada uno aporta al conjunto de los saberes universales. Una imagen de Estado moderno, avanzado, democrático. Por esta razón entiendo que el desarrollo cultural es parte, y parte importante, de ese empeño que hace que los estados “construyan” y den al exterior una imagen de progreso, de modernidad y, también, de bienestar y de respeto. A la luz de los acontecimientos culturales que protagoniza y apoya el Estado Español y de instituciones como el Instituto Cervantes y los centros culturales que tiene en los países de América Latina, podemos entender que la cultura se sitúa dentro de los objetivos generales del Estado para dar una cierta imagen en el exterior. Es decir, que forma parte de una estrategia, también de comunicación. Esos acontecimientos son, por ejemplo, los que se organizan desde la SEACEX , AECID o la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales . El 29 de noviembre de 2010 apareció en la prensa una nueva sociedad, la Sociedad Estatal de Acción Cultural, que fusionará las antiguas SECC, SEEI y SEACEX, y contará con un presupuesto de 27 millones en 2011, bajo la presidencia de Charo Otegui. Esta fusión de las tres sociedades se perfila como más operativa en cuanto a la consecución de sus objetivos. Visto lo que estas instituciones, sociedades y agencias hacen, es fácil deducir que la Cultura es un valor de estado. Es lógico que así sea. La mayoría de estas iniciativas, especialmente de la SECC, se centran en acontecimientos históricos, pero también en algunos contemporáneos, aunque no suelen ser sobre la obra de artistas vivos, cosa que sí apoya la SEACEX y en algunos casos a AECID. Como ya he dicho anteriormente, aquí también se pone de manifiesto que la cultura crea y mueve redes de trabajo, que es un valor, también, económico, de generación de empleo y por lo tanto hay que apoyarlo, como también hay que apoyar el trabajo de los artistas que participan en estas exposiciones y encuentros, conscientes de que su obra forma parte de ese valor de estado, al mismo nivel que la de creadores del pasado. Como he comentado más arriba, el arte de hoy es el patrimonio de mañana. Pero, aunque sé que redundo en lo ya expresado, no se puede difundir la cultura, y menos crear con ella una imagen exterior –e interior también, claro- de Estado moderno, sin apoyar a los creadores y sin dar una formación adecuada a todos y todas. 8. La cultura como fuente de riqueza y generadora de empleo: Las redes de trabajo de la cultura. El trabajo que implica o que favorece la cultura no sólo se puede ver en el de los artistas y gestores (directores, productores y comisarios de exposiciones). Es un entramado de redes de trabajo mucho más amplio y complejo que abarca a muchos otros sectores. Están también las galerías, los editores, diseñadores, restauradores, montadores, transportistas, fotógrafos, imprentas, el personal de las actividades pedagógicas y otros trabajadores de las instituciones culturales. Esto hace que la Cultura sea reconocida como el tercer sector productivo del Estado Español . Quiero decir que muchas veces se piensa que la cultura sólo es un divertimento (la bella inútil), precisamente por esa vinculación de cultura-ocio que antes comentaba. Un divertimento para los que la disfrutan, pero también para los que la hacen. Pero para éstos es su profesión, su modo de vida, independientemente de que también sea su pasión, aunque muchas veces lleve asociada su propia corona de espinas. Es un complejo entramado de redes y relaciones profesionales y así debería considerarse más a menudo. Digo esto porque en épocas de recesión económica (como la del momento en que escribo esto) los primeros y más grandes recortes presupuestarios siempre van al campo de la cultura. Cuando los hay en otros sectores, sindicatos y plataformas profesionales se quejan de la destrucción de empleo, y con razón, pero nunca se analiza la misma situación en nuestro sector. Y, como semana Charo Otegui, hay que conseguir “que se entienda que la cultura es un caudal de riqueza. La cultura no es un gasto, sino un potencial brutal. Ya es hora de que nos creamos que es un sector estratégico de nuestro país”. Cuando se reduce el presupuesto de gasto público parece que se piensa que lo que ocurre es que hay menos exposiciones en los museos o menos programación en los teatros y es cierto, pero nunca se ve la otra cara de la moneda, lo que esto implica de pérdida de puestos de trabajo directos e indirectos. Pérdida de contratos e ingresos en empresas del sector como las de gestión cultural, de transportes de obras de arte, de conservación, montaje, de guías y un amplio etcétera que lleva a que esas empresas reduzcan la plantilla de empleados e incluso que cierren. Decía que cuando se recortan los presupuestos en otros sectores profesionales, sindicatos y asociaciones de trabajadores se ponen en guardia y pasan a la acción para reclamar sus derechos. Pero esto, lamentablemente, no ocurre en el sector de la cultura, todo lo más en el mundo del cine y del teatro, en el campo de las artes plásticas jamás se ha dado. Esta desarticulación del sector juega en nuestra contra. La falta de asociaciones y de interlocutores hace que la Administración Pública eche en saco roto nuestras quejas y reivindicaciones. Hace falta una articulación profesional para que se nos trate como eso, como profesionales. Saber lo que vale (y lo que cuesta) nuestro trabajo y exigir mejoras en consecuencia. En otros campos laborales funcionan los colegios profesionales que regulan sus estatutos, honorarios, etc. y también velan por el intrusismo profesional. En nuestro campo no existe. Existe, en España por ejemplo, una asociación de directores de centros de arte contemporáneo, un consejo nacional de críticos y, por supuesto, el Instituto de Arte Contemporáneo, pero creo que debería estar mejor regulado. Es cierto que, desde la Administración Pública, no se nos tiene en cuenta muchas veces, pero también lo es que nosotros somos, muchas veces, reacios a organizarnos. No obstante, en el Estado Español ha ido surgiendo los últimos años una serie de asociaciones que están mejorando esa situación . Una mejor organización del sector sería muy provechosa de cara a exigir mejoras a las instituciones. 9. Cultura y “estado del bienestar”. Según Navarro Viçent el Estado del Bienestar “incluye aquellas intervenciones públicas encaminadas a mejorar el Bienestar y calidad de vida de la ciudadanía, las cuales pueden agruparse en cuatro grandes categorías; las transferencias sociales (entre las cuales las pensiones es el capítulo más importante); los servicios del Estado del Bienestar (entre los cuales los más importantes son sanidad y educación y servicios de ayuda a la familia); las intervenciones normativas para proteger la higiene y seguridad del trabajador y del consumidor, así como del ambiente; y las intervenciones para estimular y garantizar la creación de buen empleo, bien a través de ofrecer el contexto adecuado para la creación de tal empleo por parte del sector privado o la propia financiación y/o provisión de empleo por parte del sector público, cuando la iniciativa privada no es suficiente para alcanzar el pleno empleo. Éstas son las dimensiones más importantes del Estado del Bienestar que incluyen los aspectos más importantes de la vida cotidiana de la ciudadanía que determinan la calidad de vida de la población. Pero esta larga definición, aunque incluye la Educación, deja fuera dos aspectos importantes: por un lado la Cultura como base e importante factor del bienestar, y, por otra, si bien abarca un sector importante de la población, deja fuera, en algunos aspectos a la que podríamos llamar “población inactiva”, tanto los jóvenes que aun no están en edad laboral, como a los mayores. La llamada tercera edad ya no se puede considerar como hacía algunos años. Ahora es un amplio sector de población con plena capacidad de administrar y usar su tiempo libre, lo que implica la necesidad de disponer de mejores medios de comunicación y mayores demandas culturales y no cabe duda que haya que dar respuestas nuevas ante nuevas situaciones. Pero también la ocupación del tiempo libre de la “población activa” ha cambiado. Ahora se dispone de mucho más tiempo y los ciudadanos demandan, o deberían demandar, una gestión de la cultura diferente, tanto la pública como la privada. Y, para esto, la asociación que se viene haciendo de ocio y cultura no es la mejor fórmula. Las iniciativas públicas deberían tener en cuenta que esta asociación conduce a un error. Si bien la cultura se disfruta en ese tiempo de ocio, éste, lo que venimos entendiendo por ocio, no implica directa ni forzosamente cultura. El componente de educación de la cultura es un factor a tener muy en cuenta. Según José Luis Álvarez , España sigue siendo hoy una primera potencia cultural por su historia, por su Patrimonio Histórico y Artístico y por la calidad e importancia de sus artistas y creadores. Esta realidad, muy cierta por otra parte, debería estar presente a la hora de definir el verdadero Estado del Bienestar, debería influir en las políticas del Estado y de las demás administraciones públicas, así como en la imagen externa que queremos –y deberíamos- dar del Estado Español, donde la Cultura debería ocupar un valor estratégico. Para esto tendíamos que crear una “sociedad de cultura” con una nueva concepción de Estado, el Estado de Cultura, cuyo papel no es tanto dirigir, controlar o crear la cultura, sino más bien garantizar el acceso de todos a ella, la libertar de creación cultural, los derechos de los artistas y trabajadores culturales. Este “garantizar el acceso a la cultura”, que viene reflejado en la Constitución y en todos los estatutos de autonomía de una manera u otra, pero que dicho así, sin poner una serie de medios para que sea real y se pueda llevar a cabo de una manera efectiva, no deja de ser una mera declaración de intenciones, bastante vacía por otra parte. Quiero decir que “garantizar” algo sin tener claro qué es ese “algo” y sin poner o facilitar los medios para que se dé no nos lleva a ninguna parte. No tiene sentido garantizar el acceso a algo que no existe o que lo hace de manera errática y raquítica. Si el Estado –y las autonomías- no ponen los medios para que pueda existir una verdadera y efectiva política cultural, para que existan actividades culturales que impliquen educación y reconocimiento, los ciudadanos y ciudadanas no podrán tener acceso a algo que no existe. 10. Colofón Todas estas cuestiones que he venido tratando en este texto, denunciando o explicando, para que se puedan abrir vías de solución a los males del sector, intentando aportar algunas soluciones, atañen a una serie de problemas que tenemos los y las profesionales de la cultura. Estos problemas se han visto agrandados enormemente en los últimos años debido a la crisis económica que nos afecta, y que tiene una escala mundial. Pero nos afecta de una manera muy particular porque los recortes presupuestarios siempre se aplican en primer lugar al sector de la cultura, sin tener en cuenta, como ya he explicado, que eso no sólo afecta a las programaciones de museos, centros y teatros, sino muy directamente al trabajo de todos y todas los que tenemos en la producción o gestión de la cultura nuestro trabajo y nuestra forma de vida. Esto nos da pie a pensar también sobre qué entienden los países por Cultura y cuánta es su utilidad en y para la sociedad, algo sobre lo que ya me he extendido anteriormente. Por eso, en múltiples ocasiones y desde diferentes instituciones , demandamos constantemente a las autoridades políticas una serie de medidas de protección del sector. Medidas que van desde pedir que los recortes en la Cultura no sean más drásticos que en otros sectores, la creación de un Pacto de Estado por la Cultura, inversión real y efectiva del 1% cultural y de una manera especial en arte contemporáneo, reducción del IVA para el mercado del arte o la promulgación de una ley de Mecenazgo efectiva que favorezca la mejora del mercado del arte . Estas instituciones, conscientes de la importancia del sector profesional al que representan y de la necesidad de la Cultura y del desarrollo cultura para todos y todas, han estado trabajando los últimos años para dignificar la profesión y para elaborar una serie de documentos que contribuyan a la mejora de las condiciones de trabajo. Al anteriormente mencionado sobre las medidas de apoyo al sector del arte, se suma el Código deontológico del Instituto de Arte Contemporáneo y el de definición y funciones del comisariado independiente en España, y recomendaciones para su práctica y el Código de Buenas Prácticas. Con ellos digamos que, de alguna manera, se regula la profesión y se establecen pautas de comportamiento. Por su dimensión y aplicación en el ámbito estatal, es importante el de Buenas Prácticas, asumido por el Ministerio de Cultura como recomendación para todas las instituciones museísticas del Estado. Pero lo que me parece más importante de todo es la consideración de la Cultura al mismo nivel que la Educación, porque como ya he dicho, si no juntas, al menos una se encuentra implícita en la otra. También creo que es importante clarificar, como así lo he intentado, que no nos deberíamos quedar satisfechos con ese “derecho de acceso a la Cultura” si no se fomenta, promociona y protege la producción de la misma. Y por último algo que creo nos interesa a todos y todas dejar muy claro: que la cultura es un sector profesional y una fuente de riqueza y de creación de empleo, además de otras muchas cosas y que cuando nos manifestamos en contra de los recortes presupuestarios en Cultura no lo hacemos –sólo- para que se mantengan abiertas salas de exposiciones, museos y teatros, sino para ejercer el derecho que tiene todo trabajador: defender su puesto de trabajo. Bibliografía Álvarez y Álvarez, José Luis. Sociedad, Estado y Patrimonio Cultural. Ed. Espasa Calpe, 1992. BEARDSLEY, Monroe C. y HOSPERS, John. (1991): “Estética. Historia y fundamentos”. Madrid: Cátedra. FISCHER, Ernst. (1993): “La necesidad del Arte”. Madrid. Nexos. GEERTZ, Clifford (1994), “El arte como sistema cultural”, en Conocimiento local. Ensayo sobre la interpretación de las culturas, Paidos, Barcelona. GELL, Alfred (1998), Art and agency. An anthropological theory, Clarendon Press, Oxford. LÉVI-STRAUSS, Claude (1962), La pensée sauvage, Agora, Paris. Ley 6/2008, de 13 de mayo, del Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes de Cataluña. MARCÉ, XAVIER y RAMÓN BOSCH, (2007) El exhibicionismo del mecenas. Reflexiones sobre actuación pública en el sector cultural en el siglo XXI, Ed. Milenio, Lleida. MÉNDEZ, LOURDES (1995), Antropología de la producción artística, Síntesis, Madrid. MINISTERIO DE CULTURA (2010a), Estadística de Museos y Colecciones Museográficas, www.mcu.es/culturabase, fecha de consulta: febrero 2010. 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